Los jugadores albiazules estaban muy concienciados porque se presentaba una nueva oportunidad de sumar tres puntos ante un rival que ocupaba el puesto de vicecolista al comenzar la jornada. Sabían que se medían a un adversario muy necesitado que no lo iba a poner fácil ya que no quería perder más opciones para salvar la categoría. El partido de Mallorca era ya historia y afrontaban la visita a Butarque con la máxima ilusión, sobre todo, después de la carga emocional de autoestima tan intensa que se habían inyectado tras el encuentro ante el Athletic. Eran sumamente conscientes de lo que esta oportunidad suponía para mostrar lo mejor de su fútbol, esperando no defraudar, y con el entusiasmo propio de un conjunto que quería seguir creciendo en la clasificación y dejar a sus contrarios un poco más cerca de Segunda. O al menos abrir una distancia mayor entre ellos, pero se contentaron con mantenerla. Da esa impresión, que con el empate se muestran satisfechos y lo celebran como si hubieran logrado la victoria. Y a punto estuvieron de fastidiarlo todo por su conformismo y falta de determinación, como ya les sucedió días atrás en Son Moix.

El único pero: el Deportivo Alavés acudía a un estadio, Butarque, donde no había ganado en los seis compromisos precedentes (tres empates y otras tantas derrotas). En cambio, en el campo anterior, el Rodríguez de Miguel, había empatado dos y ganado uno. Fue en la temporada 1997-98, la que concluyó en un ascenso de justicia, con goles de Karmona y Azkoitia; el tanto pepinero lo marcó de penalti Llorens, jugador albiazul con el correr del tiempo. También formaba parte de la plantilla liderada por Mané el actual delegado del equipo, Lluis Codina, que al año siguiente fichó por el Leganés donde permaneció dos temporadas. Otros futbolistas que han vestido las dos camisetas son Tito, Macanás, José Mari, Sívori o Sergio Gámiz. En la campaña mencionada, el 14 de febrero, se disputó ya el primer encuentro en el actual campo. En mis cuatro visitas como integrante de la expedición alavesista, tanto a un recinto como a otro, no conocí la derrota: tres empates y la única victoria obtenida hasta el momento.

Sin embargo, nuestro rival había sufrido en sus carnes una injusta regla que está en vigor únicamente en la liga española: tener la posibilidad de fichar fuera de plazo si un jugador sufre una grave lesión que requiere más de cinco meses de recuperación. Y el Barcelona la hizo efectiva con el jugador del Leganés Braithwaite, ganador del casting citado en estas páginas. De esta manera, tras la salida de En-Nesyri a Sevilla en el mercado invernal tras pagar la carta de libertad, se había unido el otro delantero titular. Es como si al Alavés le hubieran quitado primero a Joselu y posteriormente a Lucas Pérez, que también formó parte del referido casting. A esto que hay que añadir que la RFEF ha desestimado la solicitud del club madrileño que pedía excepcionalmente la posibilidad de fichar. Si quiere, solo puede inscribir a alguien que esté libre. O sea, se ha solucionado un problema creando otro. ¿Qué culpa tiene el Leganés de los males del Barcelona? ¿Para qué sirven los equipos filiales? En realidad, esta operación equivale a desvestir un santo de una ermita de poco valor artístico para vestir a otro de una majestuosa catedral. Desconocía yo la existencia de jerarquías en el mundo de los santos. Según esto, el Leganés se encuentra con dinero fresco y no puede hacer uso de él porque el reglamento no se lo permite. ¿De qué les va a servir ser los más ricos de Segunda? Las injusticias proliferan en el mundo del fútbol en la misma medida que en otros ámbitos de la sociedad.

En cambio, el resultado entre Leganés y Alavés sí que hizo justicia. En este deporte, afortunadamente, no se gana a los puntos. No gana quien hace un juego más vistoso, más espectacular (este Alavés no vencería nunca); no gana quien tiene mayor posesión del balón (los albiazules jamás la tienen, o casi); no gana quien hace más pases (ante los de Aguirre, el 65 por ciento de los llevados a cabo fueron errados); no gana quien saca más córneres (tampoco superó a su rival en esta faceta); no gana quien dispara más veces a puerta (también se impuso su adversario). Gana quien consigue hacer más goles. Y da igual lo que haga para conseguirlo. Y como cada uno marcó en una ocasión... pues eso, empate justo en un partido de mucho pico y poca pala, de mucho trabajar y poco recoger. Firmaron las tablas entre ambos, un resultado que parece haberse convertido en una pertinaz costumbre: 12 empates en 20 encuentros. Al término del domingo este punto aumentó su valor ya que los equipos que luchan por la permanencia o perdieron o solo pudieron empatar sus compromisos. A la postre resultó una jornada propicia para los intereses alavesistas.

De nuevo da la impresión de que el equipo se conforma con el empate porque lo celebra como si fuese una victoria más

Por suerte para esta versión del Alavés, a este deporte gana quien más goles marca y da del todo igual cómo los consiga