a menudo me gusta señalar que hay dos tipos de personas: los que pasan por la vida sin dejar huella y los que la dejan. Entre estos últimos, los que pueden crean y los que no son capaces de llegar a tanto echan por tierra lo que los otros han producido. También suelo comentar que la ignorancia es atrevida y no hay nada más peligroso en estos tiempos que un tonto con poder. Porque si el tonto en cuestión se dedica a teorizar únicamente tonterías de toda clase y condición en los medios no pasa nada, pero ¡ay! si se le da un cargo y quiere imponer sus simplezas. Entonces se convierte en algo tremendo.

Seguro que el lector habrá identificado a alguien, bien sea del ámbito político, laboral, cultural o deportivo. Tranquilos, no voy a escribir sobre política sino de ¿fútbol? De manosear caprichosamente el fútbol porque sí. Porque al tonto de turno se le ha ocurrido la última tontería que llevaba rumiando desde hace tiempo y, como es lógico, la lleva a cabo con rigurosidad y precisión. Porque sí, porque lo manda y ya está. A Rubiales, a la sazón presidente de la RFEF, se le ha ocurrido lo mejor que puede imaginarse en cuestión de torneos. Ya hizo un amago la temporada pasada cuando mandó al Sevilla, subcampeón de Copa, y al Barcelona, campeón de Liga y Copa, a disputar la final de la Supercopa a Tánger en agosto, la que era considerada entonces como el punto de arranque de la temporada. Y los aficionados de ambos clubes, encantados de la vida. Una final que se podía haber evitado ya que el campeón de ambos torneos fue el mismo club.

Así que este año le ha dado una vuelta de tuerca más y se ha sacado de la manga una final a cuatro y los ha llevado (para que conozcan otros mundos) a Yeda, una ciudad costera de Arabia. El no va más, o eso dice él. De esta manera, el alcance y la repercusión de su peregrina idea han sido mayores, que era de lo que se trataba. Ha cambiado las bases del torneo y punto pelota. De paso, le podría haber cambiado el nombre, pues no se ajusta a lo que marcaba el reglamento de la competición. En esta ocasión ha invitado a los dos conjuntos, Real Madrid y Atlético, que más méritos reunían. Total que los dos que deberían haber disputado la final, antes de llevar a efecto este invento, quedaron fuera a las primeras de cambio. En fin, que ha convertido el bolo de verano, como él denominaba a la anterior Supercopa, en un bolo de invierno pero mejor retribuido. Y además causando un nuevo parón a lo verdaderamente importante como es la Liga con el inequívoco propósito de hacer caja, de recaudar más dinero todavía aunque fuera de forma políticamente incorrecta.

Entre uno que anda como loco en disputar un partido de Liga en Miami y el otro que ya los ha enviado a Yeda van a acabar con la paciencia de los aficionados, que lo que desean es presenciar en vivo los encuentros de su equipo y no tener que desplazarse miles de kilómetros para poderlo hacer. Mantienen una abierta hostilidad de la que los únicos perjudicados son los abonados y socios de los clubes en cuestión. En el caso que nos ocupa, han privado a las aficiones de los cuatro contendientes de festejar in situ con su equipo la victoria. O de acompañarle en la derrota. Querer justificar el llevar la competición allí porque ha habido una apertura política, ayudar a la igualdad, al fútbol modesto o al femenino y tonterías varias, cuando lo que realmente le importaba era el dinero que le han abonado por dar publicidad a un país de lo que todavía no es, no es de recibo. Ya lo pueden maquillar de lo que quieran que no cuela.

Otro que tal baila es el dueño del Málaga. El club está viviendo una de las peores épocas de su historia, con graves problemas económicos y deportivos que el jeque parece no poder solventar, preocupado más por asuntos extradeportivos que por los que realmente debe inquietarse. Está insistiendo con verdadero tesón en que desaparezca y al final lo conseguirá. Está claro que el fútbol es el imán perfecto para este tipo de gente. Ser normal es lo verdaderamente extraordinario.

El Alavés ha anunciado por fin sus primeros refuerzos, uno ya conocido, Camarasa, y otro que ha debutado este curso en Primera, el joven Ismael. Llegan tras otro fin de semana sin sin partido oficial, pues descansaba obligadamente. Sí jugó un bolo con el filial y lo goleó, algo inhabitual en sus encuentros. A lo de golear, me refiero. Bien podría haber concertado un encuentro con alguno de los equipos de Segunda libres también, pero no les pareció oportuno. Al menos, en la siguiente ronda de Copa ya no será el único equipo de Primera que esté sin competir. Ya no se sentirá tan solo y extraño.