Después de ver el arranque del partido ayer en el Camp Nou, hasta el más optimista de los seguidores del Deportivo Alavés podía esperarse una goleada en contra de escándalo, pero el cuadro albiazul supo sobreponerse con un solo tanto en contra a un inicio de enorme riesgo tras el que el Barcelona levantó el pie del acelerador y permitió crecerse a un rival que no se acabó llevando premio por el enorme diferencial de calidad que existe entre ambas plantillas. Cuando todo parecía decidido tras el 2-0 de Arturo Vidal al borde del descanso en un derechazo cruzado excepcional, la furia albiazul puso contra las cuerdas a los de Ernesto Valverde en el arranque del segundo acto y tras el 2-1 de Pere Pons se sucedieron las ocasiones claras que hubieran permitido igualar el marcador a un Glorioso que, desperdiciada su ocasión, fue machacado posteriormente por la efectividad de un oponente que se mostró perfecto en su pegada para alojar en el fondo de las redes vitorianas sus cuatro disparos en todo el choque. Por eso, el abultado 4-1 final se encuentra lejos de reflejar la realidad que se vio sobre el césped, ya que los pupilos de Asier Garitano estuvieron mucho más cerca de su rival de lo que dice ese marcador.

El partido lo arrancó el Alavés ofreciendo unas sensaciones horribles que hacían presagiar que el gol del Barcelona solo iba a ser cuestión de tiempo y el camino lo acabó desentrañando Antoine Griezmann tras un grave error de Ximo Navarro. Pero con el 1-0 decidieron sestear los culés, lo que dio paso a un despertar albiazul que se vio castigado justo en la última acción del primer acto con un golazo de Vidal. El 2-0, no obstante, no varió ni un ápice el cambio de dinámicas que ya se había experimentado y que tuvo su continuidad en un arranque del segundo acto en el que El Glorioso puso en apuros a un rival que incluso recibió alguna pitada de su público.

En una acción combinativa perfecta, Pons recortaba distancias con un tremendo testarazo y acto seguido llegaron dos ocasiones que por centímetros acabaron decidiendo el partido. En un enredo entre Piqué y Ter Stegen con Lucas Pérez incordiando, el despeje a la desesperada del guardameta alemán a punto estuvo de colarse en su propia portería. Como muy cerca del palo pasó también un cabezazo de Rubén Duarte en un saque de esquina después de que Aleix Vidal hubiese provocado el alboroto -rompió muy bien en varias ocasiones, pero le entraron dudas al final a la hora de definir- entre quienes fuesen sus compañeros.

En plena sublevación vitoriana se encontraba el partido cuando Melero López castigó con falta doble una plancha de Samuel Umtiti sobre Mubarak Wakaso. De la acción, en la que el central galo debería haber sido el único amonestado, salió beneficiado un Barcelona que mantuvo la posesión y en ese momento se encomendó al sagrado pie izquierdo de Leo Messi. El 3-1 del argentino rodeado de rivales y con un zurdazo ajustado al palo fue marca de la casa -además, justo en el momento en el que Garitano tenía preparada ya la entrada de Joselu para quemar naves-, mientras que para el 4-1 que acabó siendo definitivo hubo de aparecer en escena el videoarbitraje, que denunció una mano de Martin Aguirregabiria, un penalti que Luis Suárez se encargaría de marcar.

Un resultado de nuevo muy abultado a domicilio -ya son 23 goles en contra de visitante, el peor de Primera en este sentido-, pero que en esta ocasión no refleja fielmente la realidad en un Camp Nou en el que el Alavés no estuvo tan lejos del Barça.