Defender muy bien y tratar de aprovechar al máximo las ocasiones. Las dos premisas que el Deportivo Alavés se marca al inicio de cada partido se vieron dinamitadas ayer en las dos áreas. Pero si doloroso es no acertar con las oportunidades que el equipo generó en sus mejores minutos en el arranque de la segunda parte -tras el empate, tuvo opción de ponerse por delante y después del 2-1 también de volver a igualar el marcador-, más aún lo resulta facilitar el camino hacia el gol a un equipo del talento ofensivo del Villarreal, que se encontró con muchas menos dificultades de las que podía prever para perforar hasta en cuatro ocasiones la portería de Fernando Pacheco y finiquitar así a un Glorioso que había sido su particular bestia negra en las últimas tres temporadas, en las que había acumulado tres victorias consecutivas en el Estadio de La Cerámica.
La noche comenzó torcida con uno de esos errores que un equipo como el Alavés no puede permitirse. De una falta a favor en las inmediaciones del área acabó llegando el gol local. Una recuperación de Anguissa, la transición rápida de Gerard Moreno aprovechando que el cuadro albiazul estaba descolocado y un pase al espacio para la carrera de Ekambi, quien aprovechó a la perfección que Víctor Laguardia estaba rompiendo la situación de fuera de juego -Lisandro Magallán era el otro hombre de cierre, con el delantero castellonense a sus espaldas e imposibilitado de recuperar la posición- para plantarse solo ante Pacheco y superarle en un disparo a media altura.
Si doloroso fue se fallo, no menos lo fue el que condujo al 2-1 justo cuando el Alavés estaba ofreciendo mejores sensaciones y había tenido una doble oportunidad de adelantarse en botas de Duarte. Martin no fue capaz de despejar el balón en una salida al corte ante Moi Gómez y la recuperación de Alberto Moreno la aprovechó el extremo para colarse por el pasillo que había abierto el lateral y que Aleix Vidal no fue capaz de cerrar. De nuevo, Ekambi le ganaba la partida a Laguardia y Magallán para rematar a bocajarro.
Con poco menos de diez minutos por jugarse, Asier Garitano decidió quemar las naves prescindiendo del lateral vitoriano para dar entrada a John Guidetti y dibujar un 3-4-3, pero a los pocos segundos llegó el tercer tanto castellonense, precisamente aprovechando el desbarajuste táctico que generó ese cambio. Laguardia salió muy lejos de su zona de influencia para tratar de frenar a Ekambi y, al no conseguirlo, abrió de par en par la puerta a la irrupción de Cazorla, que después sirvió con maestría para que Gerard Moreno sentenciase, aunque aún llegaría un cuarto gol en una falta frontal en la que Oliver Burke desvió con su cabeza el disparo de Ontiveros.
La herida como visitante del Alavés sigue manando sangre. Además con profusión, ya que ayer la brecha se vio ampliada. Un solo punto en cinco desplazamientos, cuatro derrotas consecutivas y una cantidad de goles encajados -a los cuatro de ayer hay que unir uno en Getafe, dos en Bilbao, tres en Donostia y otros dos más en Valencia para un total de doce- impropia para un equipo como el vitoriano, que se pretende construir desde la defensa. Una cuestión que se ha conseguido en Mendizorroza -un solo gol encajado-, pero que a domicilio se ha convertido en una defensa excesivamente porosa.