Desde que el Deportivo Alavés y el Celta de Vigo se enfrentaron por primera vez en Primera División, temporada 1954-55, con resultado de 2-0 para el club albiazul, hasta la visita de esta jornada, doce temporadas en total, los vigueses no saben lo que es ganar en Mendizorroza; tan solo tres empates obran en su palmarés. A esto había que añadir que el conjunto gallego sobrepasaba los diez meses sin ganar fuera de Balaídos. Es lo que dicen los datos fríos de los enfrentamientos entre el equipo albiazul y el celtista desde mediados del siglo pasado. La estadística es una herramienta que sirve para hacer predicciones muy fiables, pero en cuestión de resultados, afortunadamente, el fútbol no es una ciencia exacta; si no, llegaría un momento en el que los equipos no se desplazarían a una ciudad en concreto porque las matemáticas establecen que no se va a sacar nada positivo.

Aunque con estos precedentes parecía complicado que el conjunto gallego llegara a conseguir los tres puntos en juego, las estadísticas, tanto en el fútbol como en cualquier deporte, están para romperlas. Frase recurrente que se suele utilizar en todas las situaciones, sobre todo, para salvar a infinidad de deportistas, no solo futbolistas, y entrenadores cuando no tienen nada más interesante que decir en las salas de prensa. A ciencia cierta, el míster celtista, Fran Escribá, viajó con esa idea y es más que posible que la pronunciara en el vestuario para motivar a sus muchachos.

En consecuencia, el Celta acudía a Mendizorroza sabiendo que las posibilidades de ganar eran ínfimas. La historia estaba en su contra. Vamos. Como para jugar con los no habituales y guardar a los titulares para el próximo encuentro en su estadio ante la Real. Encima, no pasaba por su mejor momento de resultados a domicilio: solo dos empates; por tanto, se encontraba en una situación similar al Alavés, a pesar de haber sido conformado para conseguir cotas más altas: dos puestos por encima, solo un punto de diferencia, y con la característica común de falta de puntería (cinco goles a favor y nueve goles en contra ambos equipos). Con estos números el pronóstico parecía muy claro: un empate (y si era a cero, con mayor probabilidad). Eso parecía que iba a ocurrir en esta ocasión también viendo el primer período: si bien no hubo muchas ocasiones, bien pudieron acabar todas en gol. No había un claro favorito para alzarse con la victoria, solo el factor campo parecía determinante; aunque los tres signos se pagaban por un igual, las casas de apuestas se aventuraban levemente por el equipo visitante. Estas, por lo que se aprecia, no tienen mucho en cuenta algo tan poco científico como no haber ganado nunca en Mendizorroza.

Los de Garitano, además, comenzaban el encuentro en puestos de descenso tras la victoria del Mallorca la tarde anterior; un equipo, el mallorquín, que había mostrado sus debilidades ante los albiazules pero con todo ello se había impuesto a un líder poco brillante. Pese a que podía haberse visto afectado de manera negativa por un nuevo tropiezo, el Alavés no se mostró titubeante, ni mucho menos. Tuvo un arranque con mucha intensidad pero tras el gol que no subió al marcador (primero anulado, luego validado y por último dejado sin efecto por fuera de juego) y el parón correspondiente para la revisión del VAR volvió a cortar, de nuevo, el ritmo como ante el Valencia; aunque en esta oportunidad el hombre del videoarbitraje rescató al equipo babazorro de un más que posible tropiezo. Más adelante, el propio VAR desestimó un penalti a favor del Alavés que en un principio el colegiado había concedido. Tendremos que acostumbrarnos a estas decisiones que conforman el fútbol de hoy en día, pero también los árbitros deberían recuperar el tiempo real que se pierde en estos menesteres. Una vez más, sobre todo en la primera parte, se fueron al limbo un buen número de minutos que se le olvidó añadir. En la segunda, el Alavés, con una presión más adelantada, redondeó el mejor encuentro de la temporada con dos goles, uno al principio y el otro al final, y el choque ante el rival favorito de los albiazules en Primera se saldó con una gran victoria haciendo buena la estadística que hablaba de triunfo alavesista. O sea, tuvo el final habitual. Ahora toca refrendar las buenas sensaciones con otro resultado favorable en un estadio donde se ha ganado las tres últimas campañas.