Suficientes problemas tiene ya el colectivo arbitral dentro del terreno de juego como para tener que soportar además los comportamientos irresponsables de algunos dirigentes fuera de él. La última arremetida se produjo en el encuentro disputado por el conjunto albiazul en el estadio de Mestalla cuando el director deportivo del Alavés esperó al colegiado en los pasillos de los vestuarios para recriminarle que no hubiera añadido más tiempo. Dicho todo de una manera improcedente, chulesca e impropia de una persona que ostenta dicho cargo, según se desprende de la lectura del acta del encuentro. Todos se han sentido en más de una ocasión víctimas de errores arbitrales pero algunas personas están ahí para poner calma, no para echar más leña al fuego ni para quedar bien delante de nadie (menos aún para desviar la atención del problema principal). Más que nada porque no se va a sacar nada de provecho, y sí una sanción económica. Lo grave es que esto no es un hecho aislado sino algo habitual.
Es común en el ser humano pensar que la culpa siempre es del otro. En el fútbol, tanto el grande como el pequeño atribuyen las derrotas y todos los problemas habidos y por haber a la figura del árbitro. Es el saco de las tortas y de los insultos en el que descargan su furia y sus frustraciones todos los integrantes del planeta fútbol. El colectivo arbitral es un gremio que está solo, no tiene aliados, y siempre ha estado en el punto de mira de jugadores, directivos, periodistas, aficionados de todos los clubes, que lo consideran el enemigo común. Por supuesto que se equivocan, y más de lo que quisieran. Incluso con el VAR. Hay malos, regulares, buenos y algunos prepotentes, pero en la misma medida que ocurre en el conjunto de la sociedad. Al árbitro, que no deja de ser un juez que procura impartir justicia, no lo respeta ni el Tato. Todo el mundo se siente con derecho a hacer cualquier observación bien sea en el terreno de juego (en la memoria queda la imagen de un grupo de jugadores rodeando al colegiado con intención coercitiva en la última jornada liguera) o fuera de él sin respeto alguno.
Creo en el diálogo y el respeto mutuo como la base de las buenas relaciones. Un año en Vallecas, se equivocó el árbitro al señalar fuera del tiempo reglamentario de la primera parte un córner que devino en el empate rayista. Camino de vestuarios, en aquel tiempo estaban en el fondo de los radicales del Rayo, varios jugadores fueron a protestarle su decisión. Rápidamente llegué a su altura para evitar males mayores, y ya que estaba allí continué con los reproches (respetuosamente, eso sí). Me llegó a amenazar con la expulsión por poner al público en su contra (?), si no me apartaba. Poco después, requirió mi presencia en su vestuario y, salvo una fugaz intervención de un auxiliar indicando que no tenía por qué darme explicaciones, mantuvimos ambos un diálogo cordial que duró el período de descanso. Incluso el delegado del partido estuvo de escuchante. Cada uno expuso sus argumentos y uno y otro quedamos satisfechos con las aclaraciones oportunas. No lo consideraba de los mejores, pero años más tarde ascendió a Primera donde permaneció once temporadas hasta que se retiró por edad dirigiendo la final de Copa de ese año. Además se le concedió la escarapela FIFA. Se ve que sus jefes le tenían en buena estima. También creo que, en caso de duda, si les caemos bien, los árbitros nos ayudarán. (Ah, el encuentro acabó 1-2).
Si no tenemos presente que no son perfectos difícilmente podemos entenderlos y mostrar empatía. Un ejemplo. Había que ponerse en su lugar para saber lo que tenían que aguantar, principalmente, el juez de línea de la vieja General. Tanto al descanso como al finalizar el encuentro llegaban con la espalda empapada de vino, de escupitajos o de ambos, según el horario del encuentro. A esa zona no se atrevían a ir ni los ertzainas, me decían que iba a ser peor el remedio que la enfermedad. Así que se desplazaba el vigilante de seguridad que terminaba el encuentro en las mismas condiciones que el juez de línea. Actos como este, afortunadamente, no ocurren ya, pero el insulto, el menosprecio y las faltas al respeto todavía siguen muy presentes y entre todos está desterrar estos malos hábitos. Otra cosa. El Alavés no se encuentra tan cerca del descenso por culpa de los árbitros, conque habrá que buscar otro u otros culpables.