Vitoria - Durante sus tres años anteriores de andadura en Primera División, el Deportivo Alavés no había destacado precisamente por contar con una capacidad goleadora sobrenatural y siempre acabó entre los peores equipos de la categoría en este sentido. Se estrenó con 41 dianas en la campaña 2016-17 (decimoséptimo de todos los equipos), continuó con 40 en la 2017-18 (decimoquinto) y el periplo se cerró en la 2018-19 con 39 (decimoséptimo de nuevo). Una trayectoria en la que se ha ido perdiendo un gol por campaña y que refleja claramente que El Glorioso no ha brillado en eso de marcar. Esos precedentes, unidos a una confección de la plantilla con serias carencias en la ofensiva -la necesidad de otra pieza más, que debería haber sido Abdul Majeed Waris, era más que evidente-, hacían presagiar de nuevo un curso, al menos en su comienzo, complicado de cara a la portería rival. Los hechos han venido a constatar que ese problema que era previsible se ha terminado convirtiendo en una realidad palpable, con solo dos goles en las cuatro primeras jornadas.

Joselu ha sido el autor de las dos únicas alegrías albiazules con su gol de cabeza en un saque de esquina ante el Levante y el enrevesado tanto en la visita al Getafe. Pero más que una cuestión general de acierto en los remates, lo que le está fallando al Alavés es generar situaciones de compromiso para los rivales. Ha disparado en solo seis ocasiones sobre la portería de sus oponentes -y tres de ellas fueron en la jugada del gol en el Coliseum- y el número de remates totales supera por poco la veintena. Un bagaje muy pobre y que es obligatorio mejorar ya a corto plazo para disponer de más acciones de verdadero peligro.

Asier Garitano ha priorizado, con toda la lógica del mundo en una decisión que entronca perfectamente tanto en su idea de ver el fútbol como en la que el propio Alavés tiene, asentar un equipo sólido en defensa -los dos goles recibidos sitúan a los vitorianos como el tercer mejor equipo de Primera en este sentido, solo por detrás de Athletic y Sevilla- y, ayudado por la trayectoria reciente del equipo, ha conseguido buenos resultados en este sentido en muy poco tiempo. El problema es que destruir siempre resulta más sencillo que construir y en ese segundo apartados a los albiazules les está costando mucho generar ocasiones.

Hasta la fecha, El Glorioso se ha mostrado escaso de argumentos en su ofensiva. Su primer gol llegó en una acción de estrategia y el segundo a través de un desplazamiento en largo y la pelea por las segundas acciones. La tercera vía ofensiva que explota el equipo viene a través del juego por las bandas y los servicios desde los costados, aunque esta opción no ha dado resultados positivos hasta la fecha. Y ahí se acaba todo el caudal ofensivo albiazul, carente de otras alternativas para buscar la portería rival.

Sin soluciones individuales Precisamente, esa falta de alternativas en forma de individualidades es el problema más importante a estas alturas. Aún con sus remarcados problemas para conseguir goles con solvencia, en los últimos años el Alavés siempre ha contado con algún jugador capaz de generar ventajas y desequilibrios por sí mismo. Las figuras más relevantes, por poner un par de nombres, han sido las de Munir El Haddadi o Jony Rodríguez, que contaban con cualidades para el desborde y no dependían de que los compañeros les suministrasen balones para dedicarse solo a rematar. De momento, en la actual plantilla nadie ha asumido esa responsabilidad. Lucas Pérez y Aleix Vidal por sus trayectorias y características -Luis Rioja entra también dentro del lote, pero en su caso el cambio de categoría podría propiciar un período de adaptación más largo- son los dos jugadores llamados a dicha tarea, pero tanto el gallego como el catalán han estado lejos de ofrecer lo que de ellos se espera. En todo caso, todo tiene que mejorar en una ofensiva aún muy pobre.