Árbitro Prieto Iglesias (navarro).
Amonestó a Pina (minuto 7), Wakaso (minuto 40), Dídac (minuto 54), Vidal (minuto 83).
Vitoria - El Deportivo Alavés vivió ayer uno de esos partidos que le dejan un regusto amargo a quien los protagoniza. El punto que viene asociado al empate se da por bueno o por malo dependiendo de las circunstancias y del desarrollo de los encuentros y el sabor con el que el alavesismo se fue ayer a casa no puede ser positivo de ninguna de las maneras. No en vano, y aún con sus limitaciones en el ataque, fue el de Asier Garitano el único de los dos contendientes que expuso argumentos sólidos en el escenario para hacerse acreedor a un triunfo que hubiese supuesto un espaldarazo sensacional al nuevo proyecto. Llevó el peso del juego, maniató por completo al rival y dispuso de un puñado de oportunidades más que suficiente como para desequilibrar el marcador a su favor. Si se hubiese tratado de un combate de boxeo, suya hubiese sido la victoria a los puntos; pero en el fútbol de nada cuenta la intención ni no se marca.
Garitano, que optó por mantener el sistema 4-1-4-1 que ya utilizó ante el Levante, solucionó la marcha de Maripán remodelando el costado izquierdo de la zaga, con Marín entrando en el lateral y Duarte desplazado al centro. Mucho más sorprendente fue que dejase en el banquillo a un Joselu que venía de conseguir los dos últimos goles y que dejó paso a un Lucas Pérez que físicamente llegó muy justo al arranque del curso. Los otros nueve, los mismos que en el estreno liguero.
Si en la jornada inaugural los primeros minutos fueron de sufrimiento ante la calidad en las conexiones del Levante, ante el Espanyol se encontró bastante más cómodo. Sorprendentemente, Wakaso asumió galones en la creación en el centro del campo y sus pases de inicio dieron lugar a las primeras aproximaciones, con las descargas a las bandas como protagonistas y Lucas Pérez buscando los espacios.
No pasaban demasiadas cosas sobre el verde, pero, en todo caso, era en todo momento el equipo albiazul el que más exponía. El punta gallego lo probó por primera vez con un disparo desde el costado desviado, pero la gran ocasión de la primera parte llegó en un grave fallo del Espanyol -que en ataque se limitaba a acciones de estrategia sin apenas peligro y nada más- en la salida de balón, que concluyó con Vidal estrellando su remate en el lateral exterior de la red.
Ahí se acabó todo lo interesante de una primera parte digna de bostezo. El cuadro catalán había dejado bien claro que le apetecía que ocurriesen las mínimas cosas posibles a la espera de cazar su oportunidad y El Glorioso dejó claro que sus argumentos en la ofensiva, más allá de las cargas al galope por los costados con especial incidencia de la dupla Marín-Rioja, son muy limitados a estas alturas tan tempranas.
De nuevo, en el arranque del segundo acto llegó el pisotón al acelerador. Como un plano inclinado, el balón se instaló de manera permanente en el fondo de Polideportivo. Y para incrementar la sensación de agobio espanyolista, en apenas diez minutos apostó Garitano por Joselu, redibujando su esquema con dos delanteros. En la primera conexión entre los gallegos, el nueve se quedó a milímetros de embocar el balón a bocajarro.
Insistencia hasta el final Con el equipo ya mucho más abierto, llegaban los riesgos. El cuadro visitante, que seguía centrado en resistir a cualquier precio, se encontró los primeros espacios y en un contragolpe Corchia probó los reflejos de Pacheco. El susto provocó las primeras dudas, ya que dejar la portería a cero era clave para poder ganar, pero el preparador albiazul decidió seguir incrementando la temperatura de la caldera haciendo debutar al juvenil Borja Sainz. Eso sí, el gran protagonista en esos minutos era un Marín desbocado por el carril izquierdo -su actuación en todo el partido fue sensacional- y que tuvo la mala fortuna que una ocasión franca le cayese a su pie derecho.
A partir de ahí, el cuadro albiazul comenzó a dar claras muestras de fatiga. Las piernas y los pulmones ya no respondían tras tres cuartas partes del encuentro llevando el peso del juego. Pero cuando todos los argumentos parece agotados, a este equipo siempre le queda el corazón. Tras estar desaparecido, Vidal se echó el equipo a las espaldas para forzar la máquina en los últimos ataques. Aquello de que El Glorioso nunca se rinde está forjado a fuego en el vestuario. Y en los estertores, ya en plena prolongación, fue Diego López con dos intervenciones colosales ante Borja Sainz y Duarte quien evitó la celebración en Mendizorroza, donde el Alavés expuso muchísimo más que su rival pero no fue capaz de llevarse el premio que justamente se había merecido.
El murciano se estrenó esta temporada en el lateral izquierdo para solventar la salida de Maripán y firmó una gran actuación en defensa y fue un arma ofensiva muy peligrosa.
Hasta los minutos finales, pasó muchos minutos completamente desconectado del partido y sin ser capaz de desbordar o enganchar sus compañeros. Mejoró mucho al final.