Vitoria - El Deportivo Alavés se encuentra sumido en su peor racha de resultados desde la llegada de Abelardo a su banquillo en diciembre de 2017, pero, al menos, el cuadro albiazul fue ayer capaz de cambiar esa triste imagen que venía ofreciendo en sus últimos encuentros. En una de sus noches más difíciles, el equipo vitoriano fue capaz de recuperar una versión de sí mismo bastante reconocible y que entronca a la perfección, pese a la derrota, con esa idea de equipo sólido y comprometido que hasta hace bien poco había ofrecido casi siempre. Cierto es que no le dio para sumar esos puntos que son tan necesarios para seguir aspirando a Europa -una cuestión que se mantiene abierta y que presenta un partido ya a cara o cruz el sábado en Bilbao-, pero, al menos, El Glorioso no salió con una herida todavía mayor ante un oponente con un riesgo enorme en este sentido como el Barcelona. Dentro de lo malo que siempre supone sufrir una derrota, el aficionado se fue ayer del desangelado Mendizorroza -que reclamó a la directiva una solución para Iraultza 1921 y mostró sus ánimos a Abelardo tras los acontecimientos de las últimas horas- al menos con la sensación de haber visto una versión de su equipo reconocible, lo que suponía un enorme cambio con respecto a los últimos partidos.

Abelardo varió sus planes habituales para disponer un dibujo 5-4-1 con hasta siete caras nuevas con respecto al último encuentro contra el Valladolid. Si en la previa de dicho partido el técnico gijonés anunció una revolución que ni de lejos acabó siendo tal, ayer sí que se acercó mucho más a esa idea de cambio profundo que entraña dicha palabra. El sistema dejaba bien a las claras la idea de fortalecer la línea defensiva con cinco jugadores ejerciendo el cierre y cuatro más haciendo barrera por delante y, salvo una triple ocasión en los minutos iniciales, el Barcelona se encontró con serios problemas para asaltar esa doble línea de contención, muchas veces acompañada por el incansable trabajo como ariete de Bastón.

Una vez asentado el entramado defensivo, a partir de la media hora de juego el Alavés comenzó a estirarse y se aproximó a los dominios de Ter Stegen a través de las acciones a balón parado, con Ely poniendo en apuros al guardameta alemán con su poderío por arriba. Un fútbol creciente que se vio refrendado en un arranque de la segunda parte en el que los albiazules recuperaron la alegría, aunque la misma dura poco en la casa de un equipo que, en estos momentos, anda en un momento pobre. El doble mazazo en forma de goles del Barcelona -el primero dinamitando el sistema defensivo, el segundo en un penalti- fue definitivo en la resolución del partido, pero, al menos, el equipo de Abelardo no se vino abajo a partir del minuto 60. Las ganas no le fallaron y siguió buscando marcar un gol que le devolviese al partido, una cuestión bien diferente a la que se había vivido en días precedentes, cuando el equipo transmitía una tristeza absoluta incluso cuando iba ganando.

Con este cambio de imagen, el Alavés se dispone a afrontar el derbi del sábado contra el Athletic, en el que se jugará su última bala en la pelea por estar en Europa por tercera vez. A pesar de haber sumado solo dos puntos de los últimos dieciocho, El Glorioso sigue vivo. Y todavía puede acabar resucitando.