“El balón es tu amigo”. Esta frase la repetía una y otra vez el personaje Oliver Atom en la mítica serie anime que llegó desde Japón a España a principio de la década de los noventa con la irrupción de las cadenas televisivas privadas. Han pasado prácticamente dos décadas desde entonces, pero esa máxima sigue claramente vigente en un deporte en el que es fundamental llevarse bien con la que es la herramienta de trabajo para tener opciones de éxito. Todo lo contrario que hizo ayer un Deportivo Alavés que estuvo completamente peleado durante los noventa minutos con un esférico al que estuvo lejos de tratar con mimo. Lo maltrató repetidamente, lo perdió con inusitada facilidad y casi nunca lo utilizó para generar peligro de cara a la portería del rival. Muy al contrario, los problemas se los generó a sí mismo, ya que de sus errores acabaron brotando los goles con los que el Sevilla ató una victoria que comprime aún más la zona noble de la Primera División y que complica al máximo las aspiraciones europeas del Glorioso, que en el Sánchez Pizjuán sufrió un auténtico suplicio con el balón.
El equipo de Abelardo es un superviviente que fía casi todas sus opciones de éxito a una seguridad defensiva que roza la perfección y también a una amenaza clara en la salida al contragolpe. El resto de su poder reside en su puntería en las acciones a balón parado. Si dos de las tres patas sobre las que se sustenta el juego desaparecen, el equilibrio desaparece. Y así ocurrió ayer en la visita al Sevilla, que se encontró en bandeja con tres puntos que esperaba sufrir mucho más.
El Alavés vivió durante casi todo el encuentro en el entorno del área propia por su incapacidad para alejar de ahí el balón con un mínimo de criterio. El Sevilla se volcó desde el primer minuto sobre la portería de Fernando Pacheco y el cuadro albiazul se hartó a achicar agua sin rédito alguno. Y es que el despeje nunca venía acompañado de un primer pase de salida bueno, por lo que el peligro regresaba de manera inmediata a las zonas de peligro. Era imposible montar ni un solo contragolpe con semejante falta de criterio en el pase y no es de extrañar que la única vez que se salió con limpieza llegara la ocasión que Jonathan Calleri acabó desperdiciando de una manera difícil de explicar.
Parecía haber capeado el cuadro albiazul lo peor del temporal, pero el enésimo error en la salida de balón provocó el golpe de vuelta de un Sevilla que no fallaría en el minuto 41. Tras la recuperación, apareció el temible Pablo Sarabia y Roque Mesa puso el balón en la misma escuadra de Pacheco.
La ventaja sevillista en el marcador no varió ni un ápice un guion de partido que viajaba de manera independiente al resultado. El Alavés no buscó la ofensiva en ningún momento y siempre mantuvo su particular pelea con un balón que ayer se convirtió en su gran enemigo. De esa enemistad llegó, ya en el tramo final, el segundo tanto local. Un taconazo de Patrick Twumasi directo al rival y una contra perfecta montada entre Munir y Ben Yedder y resuelta con maestría por Sarabia para sentenciar la victoria nervionense. Una derrota con toda justicia del equipo vitoriano, que no fue capaz de reconciliarse con el balón en todo el partido, por lo que cometió errores que facilitaron el triunfo de su rival.