Los cerca de 300 aficionados babazorros que ayer se desplazaron al estadio de Vallecas se dejaron el alma una vez más por el club de sus amores. Así, no dejaron ni un momento de animar y alentar a su equipo hacia la victoria con su repertorio y coreografías habituales. Ayer, pese a la distancia y el calor -el termómetro alcanzó los 32º-, hicieron lo propio en el viejo Vallecas cantando todas las canciones habituales como el clásico “Glorioso gu gara”.

Hay que reconocer en este sentido la importancia para un equipo como el Alavés de poder contar cada semana, en y lejos de Vitoria, con una afición incansable al desaliento que no cesa de animar tanto en la derrota como en la victoria.

Lo de ayer en Madrid fue el enésimo ejemplo de esta realidad social, y eso que la semana no había sido nada fácil para los seguidores albiazules, que hasta prácticamente la víspera del partido no supieron dónde acabaría jugando su equipo. El grueso de la marea albiazul se desplazó a la capital en los autobuses fletados por el club, que quiso tener un gesto con sus aficionados como consecuencia del despropósito en el asunto del partido. La mayoría madrugó, puso tierra de por medio y almorzó en Somosierra, punto de encuentro ayer del alavesismo para reponer fuerzas y aliviar las necesidades. Una vez ya en Vallecas, llegaron los preceptivos controles de seguridad y las cada vez más absurdas polémicas con algunas pancartas de apoyo al Glorioso que no cruzaron las puertas del campo. Un hecho que volvió a molestar a un sector de la afición desplazada pero que así y todo no les condicionó para nada en poder animar con la misma intensidad a sus jugadores.

“Que bote Vallecas, que bote...” De este modo, la marea albiazul animó desde el minuto uno hasta el final con la misma intensidad que acostumbra en cada uno de los encuentros. Desde las gradas se luchó por la tercera victoria consecutiva y poco a poco se comprobó sobre el terreno que ese objetivo se empezaba a materializar. Fueron cayendo los goles, algunos de bella factura, y encenderse la tribuna albiazul hasta el punto de silenciar por completo Vallecas.

Llegaría después el momento de los botes. “Que bote Vallecas, que bote Vallecas”, coreaban con cierta sorna los aficionados poniendo a prueba los cimientos del estadio del Rayo, en entredicho estos días a consecuencia de las graves deficiencias que apunto estuvieron de trasladar el partido a otro lugar.

Una vez más, era palpable que los aficionados estaban ganando su particular partido fuera del verde a un rival, y su afición, con el que existe un sentido hermanamiento. Prueba de ello fueron los ánimos que se pudieron escuchar dirigidos a la afición bucanera al final del partido por parte de la grada de la 21. “El Rayo es de Primera, el Rayo es de Primera...”. El gol de Burgui casi al término del partido fue el colofón a una matinal para el recuerdo donde la afición, por fin, se dio un homenaje de los de pantalón largo a costa de un rival-amigo con el que ayer volvió a sentirse como en casa.