vitoria - “¿Aita, aunque esté en el equipo contrario le podemos aplaudir no?”. La pregunta de la pequeña June a su padre apenas unos minutos antes de que la pelota comenzara a rodar sobre el césped de Mendizorroza tenía como protagonista, evidentemente, a José Bordalás. Y, antes incluso de que su progenitor le diese el previsible consentimiento, esta pequeña socia de siete años se respondía ella misma con un argumento irrefutable. “Es que gracias a él estamos en Primera, nos dio algo muy importante”. Una reflexión compartida por la gran mayoría de los aficionados albiazules pero que, sin embargo, debió esperar a poder ser exteriorizada porque en el momento de la presentación por megafonía del Getafe no se pronunció el nombre del entrenador alicantino.

Su figura, en cualquier caso, continúa muy presente en la memoria colectiva de los seguidores del Glorioso, que ni muchos menos olvidan su excelente trayectoria al frente del equipo en el ejercicio 2015-16. Claro que, en esta ocasión, ocupaba el banquillo visitante del coliseo del Paseo de Cervantes y, con tres puntos muy valiosos en liza, nada podía distraer del objetivo principal de la matinal. Es decir, animar sin descanso al Alavés para que los pupilos de Abelardo consiguiesen reencontrarse con la victoria después de cuatro jornadas. Un objetivo que comenzó a encarrilarse con el gol de Laguardia al poco de arrancar el segundo periodo y que se certificó virtualmente con el tanto de Munir y el posterior error del visitante Antunes en el lanzamiento del penalti señalado por el colegiado.

Entonces ya sí, la emoción pudo abrirse paso en Mendizorroza. Cuando el cronómetro estaba a punto de alcanzar el minuto 88, desde el fondo de polideportivo comenzaron a sonar las primeras notas de una melodía que ha quedado ya en la historia albiazul como uno de sus grandes himnos. Fue la esperada espoleta que desencadenó uno de esos momentos que ponen la piel de gallina hasta al más insensible. Todo el campo, a coro, entonando el inolvidable “Y es que yo sin ti, Bordalás, no sabría cómo subir, llévame a Primera, llévame a Primera...”.

Para entonces el actual preparador del Getafe, que siguiendo su costumbre había permanecido todo el encuentro impartiendo instrucciones desde la banda, se había refugiado ya de la lluvia dentro del banquillo asumiendo la derrota. Durante más de dos minutos, la grada se desentendió de lo que ocurría sobre el césped para mantener su particular homenaja y, al final, al artífice del último ascenso albiazul no le quedó más remedio que ponerse en pie y, emocionado, agradecer el cariño con unos sentidos aplausos. Y es que, defienda el escudo que defienda. José Bordalás será ya para siempre uno de los muchachos del Alavés.

Un sentimiento que demostró una vez más uniéndose de inmediato con sus palmas al cántico que tomó el relevo de su himno en la grada. Y que no era otro que un más que merecido reconocimiento al excepcional trabajo del que ahora ocupa su asiento en el banquillo, el Pitu Abelardo. Pasado y presente gloriosos. Siempre del Alavés.