Vitoria - Se dice habitualmente que los delanteros viven de sus goles, pero hay nueves que aportan a sus equipos algo más que sus dianas. Todo el alavesismo querría que John Guidetti acumulase más dianas en su casillero que la, hasta ahora, único que consiguió en el partido contra el Barcelona, pero lo cierto es que el sueco ofrece al Deportivo Alavés mucho más que goles. Que el equipo haya mejorado en su rendimiento ofensivo desde que el escandinavo aterrizase en Vitoria no puede considerarse como casualidad. No marca, pero sus acciones e intervenciones hacen que el camino hacia el gol se allane para sus compañeros. Ya lo decía el pasado jueves el propio SuperGuidetti: “Si alguien está en una situación mejor que yo para marcar, se la paso”. Ayer, ya fuera en su pelea por arriba en la primera parte o en su labor de catalizador del ataque en la segunda, el sueco realizó una exhibición de conocimiento del juego, siempre tomando la decisión adecuada en beneficio del rendimiento del colectivo.
Como le ocurriera a sus predecesores anteriormente, el futbolista cedido por el Celta se dio cuenta desde muy pronto que ser delantero en el Alavés no es tan sencillo como esperar los servicios de los compañeros. En Mendizorroza, al nueve lo primero que se le exige es un despliegue físico descomunal, ya que tiene que ser la primera pieza en la presión y también el jugador encargado de pelear los balones por alto en los desplazamientos en largo.
Ante una defensa tan poderosa como la del Getafe, el escandinavo se manejó a la perfección en esta labor durante una primera parte en la que apenas veinte minutos le duró la careta que le protegía su maltrecha nariz. Tras un par de encontronazos con los centrales, prescindió de ella. A cara descubierta para descolgar del cielo al césped todos los esféricos y distribuirlos hacia sus compañeros en las bandas, con espacio para una oportunidad propia en un disparo que la zaga azulona despejó a córner.
Tras esa labor gris en la primera parte, en la segunda Guidetti disfrutó como catalizador del juego ofensivo. El gol de Víctor Laguardia descosió el partido y le permitió al Alavés disponer de mayores espacios. Y ahí emergió la figura del sueco para ejercer de hombre-boya, recibir y pasar. La fortuna que tiene, y que sus predecesores en el puesto no disfrutaron casi nunca, es que Abelardo juega con dos referencias arriba y que su compañero en la punta de ataque es Munir, un elemento desequilibrante. El madrileño puede poner el brillo de los goles, pero ha sido el nueve de Estocolmo, su trabajo y su capacidad asociativa el factor clave que le ha convertido en el delantero desequilibrante que es en estos momentos. El ejemplo del 2-0 de ayer vale más que mil palabras, con servicio desde el costado izquierdo de Guidetti y cabezazo del hispano-marroquí en la segunda ocasión que esta conexión se repite este curso. No marcará, aunque lo merece, pero aporta muchas cosas más.