Vitoria - A Mendizorroza le toca vivir mañana un día grande. Vuelve a jugar el Deportivo Alavés después de casi un mes sin pisar su feudo y regresa al estadio del Paseo de Cervantes uno de las grandes leyendas de la historia reciente de este club. Cierto es que José Bordalás visitó Vitoria a finales de noviembre con el Getafe en eliminatoria copera, pero no estaba entonces el alavesismo para jolgorios ni tampoco para homenajear al técnico alicantino como era merecido. Mañana todo será diferente, ya que las angustias de hace unos meses han dejado paso a una sensación de tranquilidad prácticamente absoluta. Y no todos los días vuelve a Mendizorroza una leyenda del calibre de Bordalás, el centurión que comandó el regreso del Glorioso a Primera División en una temporada para el recuerdo y que se llevará el reconocimiento de una afición que aún hoy le sigue idolatrando y que le volverá a dedicar el estribillo que se convirtió en el himno del ascenso. “Yo sin ti, Bordalás, no sabría cómo subir, llévame a Primera, llévame a Primera”, la sintonía que volverá a atronar en Mendizorroza como homenaje al técnico.
Es difícil encontrar en los últimos tiempos una persona que haya calado más hondo en el alavesismo de lo que lo hizo el alicantino. Y eso que desembarcó en Vitoria con unos antecedentes que no le ayudaban en nada. No en vano, no es de los que se cortan cuando tiene delante un micrófono. O un árbitro. O un jefe. Las cosas claras y su verdad por delante, le pesase a quien le pesase. Una característica de su personalidad que tampoco gustó mucho en la directiva, donde estaban encantados con su trabajo como entrenador pero no soportaban sus salidas de tiesto. También existían serias dudas de su capacidad para adaptarse a la máxima categoría y a un fútbol diferente al de Segunda División. Un cúmulo de factores que le acabó costando el puesto y la posibilidad de debutar en Primera, un sueño que ha cumplido esta temporada con el Getafe. Y demostrando, además, que si se cree en algo se puede aplicar en cualquier categoría si se cuenta con las piezas adecuadas y la confianza para hacerlo.
Válido en Primera La actual versión del equipo del sur de Madrid no deja de ser una réplica del Alavés del ascenso o de los diferentes equipos que a lo largo de su carrera ha dirigido Bordalás. Bloques graníticos, serios, muy sólidos defensivamente y que ahogan a los rivales en base a un despliegue físico impresionante apoyado en un punto de dureza que roza los límites del reglamento para proponer tras la recuperación ataques vertiginosos y eléctricos buscando la portería rival en pocos pases y con muchos efectivos.
Con esas premisas, el preparador levantino se hizo un nombre en la categoría de plata y, tras mucho intentarlo, acabó consiguiendo el ascenso en las dos últimas temporadas con Alavés y Getafe, donde también es ya leyenda tras coger al equipo en zona de descenso y devolverlo a Primera. En el Coliseum, el presidente Ángel Torres no tuvo dudas acerca de la idoneidad del entrenador para encarar el nuevo proyecto y su capacidad de adaptación al cambio de división.
Y Bordalás ha demostrado que lo que sirve en Segunda vale también en Primera. Encontrarse con su Getafe como oponente no es plato de buen gusto para nadie, pues es un rival sumamente incómodo. El que más faltas comete (530) y el que más amarillas recibe (95), aspectos que son marca de la casa y que ayudan a que sea el tercer equipo menos goleado, con solo 28 tantos encajados. Y si en defensa las ideas están claras, no menos lo están en una ofensiva que se caracteriza por muy pocos pases (el que menos de la categoría, con 9.016) y un juego directo con una alta preponderancia (cerca del 25 %, la más elevada) del desplazamiento en largo, con pocos remates (236, el segundo que menos), pero bastante puntería ya que casi la mitad (112) van a portería y 35 de ellos han acabado en gol, a pesar de haber fallado cuatro de sus ocho penaltis.
Recuerdos imborrables El Getafe de hoy es el Alavés de ayer. Un equipo que causa el exabrupto en la afición del oponente -el manejo del otro fútbol, las lindezas con los arbitrajes y las salidas de tono ante los micrófonos se mantienen invariables-, pero que es alabado por el seguidor propio. Y el de la grada es un factor clave cuando se habla de Bordalás, que consigue una comunión entre aficionados, jugadores -sus “muchachos” como le gusta decir- y su propia figura como pocos otros. El alicantino logra que con él todos vayan a muerte y le crean a pies juntillas, que no es sencillo. A ello le ayudan su guardia pretoriana fuera y dentro del campo -Javier Vidal, Sergio Pelegrín, Javi Barbero, Sergio Mora, Dani Pacheco...- y esa extraña cercanía con la calle que en Vitoria se trabajó desde el primer día y le acabó haciendo tan querido.
En un tiempo en el que los profesionales del fútbol prefieren aislarse de su entorno, Bordalás eligió la mismísima calle Dato como residencia, del balcón de su vivienda colgaban dos banderas del Alavés y todos los días se pateaba el centro de la ciudad. Lejos de rehuir el contacto, lo propiciaba. En Huesca, en el primer desplazamiento del curso, se iba directamente a buscar a los niños en el paseo matinal del equipo. Y siempre se quedaba el último para saludar a los aficionados en todos los campos. También con la Prensa, con la que, mayoritariamente, conectó como nadie.
Ni siquiera estuvo un año en el Alavés, pero dejó un cúmulo de momentos imborrables. Su bronca a un árbitro aficionado en un amistoso en Aguilar de Campoo, la puerta que destrozó en la visita al Zaragoza, su “piel de gallina” con el recibimiento al equipo en el Beti Alavés Jaialdia, su discurso al borde de las lágrimas en Lasesarre, su manteo tras el ascenso previo trago a la bota de vino, la serenata que los aficionados le dieron la noche de autos bajo su ventana o verle cantando junto a sus jugadores en la Virgen Blanca esa canción que es historia del alavesismo y que hoy será recordada de nuevo. “Yo sin ti, Bordalás, no sabría cómo subir, llévame a Primera, llévame a Primera”.