Vitoria - En unos días en los que los padres tienen complicada la conciliación entre sus trabajos y las vacaciones escolares de sus hijos, el estadio de Mendizorroza se convirtió ayer por la mañana en una guardería de calibre mayor en la que se congregaron alrededor de 2.500 alavesistas. Muchos de los que hoy disfrutan en las gradas con el equipo de sus amores y muchos de los que, no a mucho tardar, recogerán el testigo de sus progenitores. Algunos de ellos, como los 160 chavales que estos días están participando en el Campus de Semana Santa del club sueñan con poder pisar un día el césped como futbolistas, pero, hasta que consigan hacer ese sueño realidad, se conforman con ver de cerca a sus ídolos, tocarlos y solicitarles esa fotografía -lo de pedir autógrafos ya ha quedado pasado de moda y ahora mandan los selfies con los propios futbolistas pulsando el botón- que quedará para siempre en el recuerdo imborrable que dejan este tipo de jornadas de puertas abiertas en los que equipo y afición, sobre todo la más joven, mantienen un contacto intenso.

“Este tipo de iniciativas hay que hacerlas un par de veces al año. A veces es complicado cuadrar las fechas por los entrenamientos o los viajes, pero es algo que tratamos de hacer todas las temporadas en Semana Santa o Navidades porque es bonito ver Mendizorroza así, lleno de niños que al final son el futuro de este club”, señalaba el directivo Xabier Ruiz.

El entrenamiento comenzaba a las once de la mañana, pero desde mucho antes una larga cola se extendía bajo la Tribuna de Preferente, que finalmente tomó un color especial con los alrededor de 2.500 alavesistas que se dieron cita en una matinal marcada por el intenso y frío viento que corría por el interior del estadio. Los chavales del campus fueron los encargados de recibir al equipo en un pasillo de honor, mientras que los aplausos atronaban en el estadio.

Como no podía ser de otra manera, dispuso Abelardo un entrenamiento para satisfacer al público y bastante lejano de cualquier otra sesión más o menos normal. Y por si el técnico asturiano tenía la idea de que la fase de calentamiento se estirase más de lo normal, ya se encargaron de recordarle desde la grada lo que querían. “¡Partido, partido, partido!”. Y partido tuvieron.

Pocas conclusiones de cara al encuentro del sábado contra el Getafe se pueden sacar de las alineaciones que confeccionó el preparador alavesista, pero eso no quiere decir que no diese para recoger algunos detalles. La calidad en la punta de Munir que es diferencial en este equipo -marcó dos goles y generó peligro en cada balón recibido-, la intensidad con la que Wakaso se aplica en cada acción -se llevó por delante a Hernán Pérez como si se tratase de un partido oficial-, la capacidad de Pacheco para amargar a los delanteros -le hizo una parada sensacional en un mano a mano a Guidetti y acabó el partidillo imbatido- o que Santos, que logró una diana, cuenta con un remate letal.

Después llegó el momento más esperado para los más pequeños. Tras agradecer con un aplauso desde el centro del campo su apoyo, los jugadores se dirigieron a la grada para someterse a una sesión fotográfica, repartir sonrisas y recoger la ilusión de esos chavales que mañana enarbolarán con ímpetu la bandera del alavesismo.