Vitoria - El alavesismo no podía ni siquiera soñar hace unas semanas que la visita al Real Madrid fuese a presentarse como una oportunidad de oro para dar un paso prácticamente definitivo hacia la salvación. El estado comatoso en el que se encontraba el cuadro albiazul hace poco más de dos meses hacía presagiar un calvario en un arranque de la segunda vuelta cargado de visitas a los estadios de los equipos más potentes de la Primera División. Lo que no hace tanto tiempo se podía plantear como un nuevo capítulo del desangramiento que por entonces vivía este colectivo es ahora una puerta abierta hacia el cielo. Busca El Glorioso esta tarde el asalto a la Casa Blanca, que, más allá de un nuevo subidón anímico, supondría dejar ya prácticamente finiquitada la permanencia en la máxima categoría. Un premio impresionante el que espera al cuadro albiazul si es capaz de tomar por la fuerza de su fútbol el Santiago Bernabéu.

Este Deportivo Alavés que con tanto éxito comanda Abelardo ha demostrado, con la única excepción de su visita al Athletic, que tiene un gen competitivo que le hace sacar lo mejor de sí mismo en los escenarios más complicados. Pocos hay del calibre del coliseo madridista, pero no hace tanto tiempo a punto estuvo de asaltarse el Camp Nou, que también son palabras mayores. Mantener la línea mostrada en las últimas semanas es el primer factor clave para tener opciones de éxito en un desplazamiento tan complicado. Y es que, por mucho que la actual versión del equipo de Zinedine Zidane sea del todo imprevisible -todavía más cuando ejerce como local, cosa sorprendente-, si algo caracteriza a los blancos es por una picadura mortal que puede matar a sus rivales en muy pocos minutos. Precisamente, la versión mostrada en las últimas semanas cuando se han olvidado de todos sus males ligueros para ponerse en la versión predilecta de Liga de Campeones y comenzar a masacrar rivales sin solución de continuidad y sin importar que jugasen los teóricos titulares o unos suplentes sobre el papel que nada tienen que envidiar a sus compañeros de vestuario.

Saber protegerse de ese veneno es uno de los factores clave para las opciones de éxito alavesistas. Tratar de que el partido esté en todo momento bajo control y que no se convierta en un correcalles de ida y vuelta. No en vano, cuando más acorralada se siente es justo cuando más peligrosa se vuelve la serpiente. Y el Madrid es el claro ejemplo de ofidio que puede parecer a merced de su oponente para, de inmediato, revolverse con furia e inyectar un mal para el que no hay antídoto. Un juego de transiciones en el que los de Zidane no tienen parangón con su capacidad para plantarse delante de la portería con tres o cuatro pases de milimétrica precisión.

El otro aspecto determinante ante un oponente que no se caracteriza por su brillantez defensiva es el referido a la efectividad. El conjunto blanco concede ocasiones a sus rivales, en muchos partidos en cantidad similar a las que el mismo genera. La diferencia suele encontrarse en la puntería a uno y otro lado del campo, que muchas veces tiene también que ver con los nombres que lucen las camisetas de los protagonistas y su talento. Bien lo sabe el propio Alavés de duelos pasados contra este mismo equipo en el que los resultados no fueron parejos a lo que se vio sobre el césped y que correspondieron más a una cuestión de acierto que de juego.

Con la baja segura de Munir, seguramente Abelardo volverá a apostar por las rotaciones que viene haciendo en los últimos desplazamientos. Más aún en una semana en la que se encadenan tres partidos y en la que es necesario regular esfuerzos.