Vitoria - Marcos Llorente y Theo Hernández se ganaron la pasada temporada figurar con letras de oro en la historia del Deportivo Alavés tras protagonizar en Vitoria una campaña digna de extraterrestres. Dos jóvenes prácticamente desconocidos para el gran público -el madrileño estaba en Segunda División B, mientras que el francés acababa de dejar atrás su etapa como juvenil- que explotaron en Mendizorroza para que sus nombres apareciesen subrayados en rojo en las agendas de los más grandes clubes del mundo. La serenidad, la elegancia y la eficacia del centrocampista, amo y señor de la zona ancha; la fuerza descontrolada, el desborde y la potencia del lateral, dueño de todo el carril izquierdo. Pocos jugadores ha tenido El Glorioso de la magnitud de estos dos jóvenes que el pasado verano vieron unido de nuevo su destino en el mismo vestuario. Ahora, lejos de las prestaciones ofrecidas como albiazules, desde que visten de blanco parecen dos futbolistas incomprendidos que no son capaces de repetir su no tan lejana brillantez. Se sienten como extraterrestres a las órdenes de Zinedine Zidane, incapaces de responder a la exigencia que les rodea y a los dedos que, inculpadores, les señalan. De la gloria al oprobio en apenas unos meses, los que han transcurrido desde que abandonaron el pequeño mundo del alavesismo para adentrarse en la galaxia blanca, plagada de agujeros negros que fagocitan jugadores sin remisión.
En el seno del Alavés había la pasada temporada quien afirmaba que, con Zidane en el banquillo, Llorente nunca iba a triunfar en el Real Madrid. El club en el que se formó, el de su familia, el que le ha mimado a lo largo de toda la escalera de su cantera. Si alguien estaba predestinado al primer equipo por talento y formación, no era otro que el último elemento de la saga. De momento, no se puede decir que el futurólogo se equivocase en sus predicciones. Todo lo contrario.
La confianza de Zidane en el madrileño es muy reducida. En su posición de pivote, Casemiro es la pieza indiscutible para el técnico francés. Y en el rango de jerarquías establecido en la Casa Blanca, el siguiente es Mateo Kovacic. La tercera opción, cuando no la cuarta o la quinta, la representa el exalavesista. Catorce partidos -ocho como titular y cinco completos- y 765 minutos representan todo su bagaje. La Copa debía ser el torneo en el que se ganase sus oportunidades, pero el batacazo blanco ante el Leganés le convirtió encima en uno de los grandes señalados. Desde entonces, desapareció hasta que volvió al campo en los cinco minutos finales del encuentro del miércoles contra el Leganés.
Lo cierto es que la versión madridista de Llorente dista una eternidad de la que se vio como alavesista. De un jugador sobrio y seguro que apenas cometía errores se ha pasado a otro que se equivoca demasiado y al que parece haber abandonado el instinto de ir siempre un segundo por delante de sus rivales. En el juego del pivote, cabeza y piernas van de la mano y esa conjunción que le hizo brillar en Mendizorroza no ha conseguido asentarla en el Bernabéu, donde no ha contado ni con confianza ni con continuidad.
En enero, el futbolista decidió apostar de nuevo por triunfar en su casa. Tanto en verano como en el pasado mercado invernal tuvo opciones de abandonar su club -ahí estuvo el Alavés, al acecho- en busca de un horizonte mejor, pero mantiene firme su idea de brillar con la camiseta blanca y consideraba que una nueva cesión le iba a cerrar esa puerta definitivamente.
Inversión aún sin retorno Pero si Llorente está cuestionado, lo de Theo ha alcanzado ya el siguiente nivel. Más que nada, por la inversión de 30 millones de euros que el Madrid desembolsó para hacerse con el lateral izquierdo formado en el vecino Atlético, con cuyo primer equipo ni siquiera llegó a debutar. El décimo traspaso más elevado entre dos clubes españoles y con un rendimiento, hasta la fecha, muy por debajo de lo previsto.
La adaptación del francés a su nuevo entorno no está resultando sencilla. En Vitoria ya se pudo comprobar que técnicamente tenía carencias importantes -no brillaba por su precisión, aunque dejó dos golazos ante el Athletic y el Barcelona- y que defensivamente todavía le faltaba experiencia en el máximo nivel, pero su potencia física y el estilo del equipo servían para que sus defectos no fuesen tan claros. Así, el alavesismo se rindió a un jugador letal a la carrera, con una potencia descomunal en sus piernas y que era sinónimo de peligro cada vez que arrancaba.
Cuestionar la actual jerarquía de Marcelo es imposible para el galo, que tampoco ha tenido suerte cuando le ha tocado relevar a su compañero de posición. En el Bernabéu no tiene los espacios para correr que tenía en Mendizorroza y no le es posible ampararse solo en su descomunal físico para desbordar. En los grandes escenarios, además, se han agudizado sus problemas defensivos. Una merma a la confianza de un entrenador que se había olvidado de Theo desde hacía semanas exceptuando la Copa -17 partidos, 11 como titular y 1.133 minutos- hasta que la lesión del brasileño le ha dado ahora una nueva opción de redimirse regresando al once.