Vitoria - El deportivo Alavés se encuentra en un estado de confianza que le hace sentirse capaz de conseguir cualquier cosa y ambiciona siempre un poco más. Ese deseo, infinitamente superior al mostrado por un Deportivo de la Coruña muchísimo más necesitado, fue el que condujo ayer al Glorioso a una victoria que le hace dar un paso de gigante hacia la permanencia. Con un fútbol más gris que en versiones precedentes, pero con el justo premio al pisotón al acelerador que dio en el arranque de la segunda parte que propició el golazo de Munir y unos minutos finales de insistencia en el ataque en los que no se pensó en conservar la renta sino que ambicionó otro gol más, aunque la fiesta ya fuese completa en Mendizorroza, donde el alavesismo sigue frotándose los ojos con este milagro.
Con la derrota del Las Palmas por la mañana, sabía Abelardo de antemano que podía dar un golpe sobre la mesa definitivo en la pelea por la permanencia y tuvo claro el técnico que tocaba recuperar su once de gala ante el Deportivo, con los regresos de Martin, Manu García e Ibai Gómez a la titularidad. Lo que no cambió en nada fue el nivel de intensidad, como siempre elevado, de un equipo que desde la primera acción se fue a buscar el cuello del rival. Así, tras dos primeras aproximaciones peligrosas, estrellaba Duarte el balón en el larguero y de seguido disparaba Guidetti fuera con todo a favor.
Estaba el Deportivo completamente diluido sobre el verde, sobre todo por culpa de su alarmante fragilidad defensiva, pero el fútbol es un deporte que no entiende de lógicas. Y, en este sentido, el balón parado es igualitario y permite marcar a cualquiera sin necesidad de demasiado. A punto estuvo de comprobarlo el cuadro albiazul en sus propias carnes, cuando Ely se cruzó justo a tiempo para cerrar un disparo a bocajarro de Albentosa tras un saque de falta.
Un aviso que fue preludio de la mejoría coruñesa. Aunque sea un equipo que no está acertando, arsenal ofensivo no le falta a los gallegos. Bakkali encendió la mecha con una acción de desborde por la izquierda que Andone no fue capaz de engatillar, seguida de un disparo a la cruceta del propio extremo belga.
Tras esa peligrosa sucesión de advertencias, el conjunto vitoriano se tentó las vestiduras. La prioridad pasaba entonces por minimizar el error. La posesión se convertía en estéril y, con preponderancia en el juego para Ibai, tampoco se encontraba el hueco para romper. Todo excesivamente previsible -la distancia entre los dos mediocentros y la pareja de delanteros era un agujero negro insalvable al no aparecer ningún jugador en esa situación de enganche entre líneas- y sin la chispa necesaria como para generar situaciones de ventaja. Tampoco se tuvo la precisión necesaria en los servicios para sacar partido a la estrategia por muchas acciones a balón parado que se dispusieron antes de llegar al descanso con empate.
En el regreso al césped, de nuevo el Alavés se mostró superior a su rival y buscó su portería. Con muchos metros ganados sobre el terreno, profundidad por las bandas -se volcó el equipo sobre todo hacia la izquierda con Pedraza- y la idea clara de meter el balón en el área. Una versión de nuevo amenazante, con una parcela adquirida para residencia fija en las inmediaciones de la portería de Rubén.
Al dominio le faltaba la pegada, pero recién pasada la hora de juego apareció la magia de Munir, determinante una vez más. Un balón controlado en la frontal, un par de toques para perfilarse y quitarse de encima a dos rivales y un golpeo magnífico al esférico, que dibujó una parábola perfecta subiendo para superar a portero por encima justo antes de empezar a caer hacia el fondo de la red. La sensacional ejecución de la folha seca que hacía justicia a la ambición vitoriana.
Desapareció el Deportivo de un encuentro al que no se había presentado en la segunda parte y buscó El Glorioso la sentencia que le evitase agobios finales. Se abrieron autopistas para pisar el acelerador a fondo y se asociaron los mejores atacantes albiazules. Ni un paso atrás. Ni un ápice de conformismo. A por el segundo en vez de limitarse a resistir para acabar ganando por simple cuestión de ambición.
El madrileño regaló al alavesismo un golazo sensacional que fue suficiente para dejar la victoria en Mendizorroza. Cada vez que tocó el balón generó mucho peligro. Determinante.
Hay que alabar, una vez más, su actitud, su profundidad y su deseo siempre de hacer daño, pero tiene que elegir mejor cómo resolver sus acciones y, sobre todo, mejorar la definición.
Mayor deseo. Quitando unos pocos minutos en la primera parte en los que Adrián conectó con Bakkali, el único equipo que quiso ganar ayer en Mendizorroza fue un Alavés que apretó en el arranque de cada tiempo para encontrar su premio a la hora de juego con un golazo de Munir. El deportivo ni siquiera protagonizó un amago de reacción tras el 1-0.
Golpe de mano. Con la victoria de ayer, el equipo de Abelardo dio un paso de gigante hacia la salvación. Con 28 puntos en su casillero y tras la derrota del Las Palmas ante el Sevilla por la mañana, ya cuenta con diez de renta respecto a la zona roja.