Por más que El Pitu Abelardo siga empeñado en rebajar la euforia del alavesismo y advertir a todo el mundo que más pronto que tarde la extraordionaria racha que está protagonizando su equipo desde hace once jornadas acabará por evaporarse -la última vez que lo advirtió, sin ir más lejos, tuvo lugar ayer en rueda de prensa tras superar al Dépor-, sus chicos parecen empeñados en demostrar lo contrario sobre el terreno de juego. Empeñados en continuar sumando de tres en tres a partir de un juego colectivo, ordenado y efectivo con la idea de cerrar cuando antes el objetivo de la permanencia, sin duda una cuestión de calado cuando el técnico asturiano se hizo cargo de un equipo que olía a muerto a primeros de diciembre. Por aquellos días, póngase que en la jornada décima del campeonato, por ejemplo, el diferencial clasificatorio con respecto al Deportivo de la Coruña era brutal, hasta el punto de que aventajaban los gallegos a la escuadra albiazul en ocho puntos que pesaban como una losa. Con la llegada de Abelardo, sin embargo, la reacción se produjo de una manera milagrosa como lo demuestra el hecho de que apenas unos meses después, el equipo ha pasado de tener ese negativo de menos ochos puntos a sacar ahora mismo al conjunto gallego once puntos de ventaja. Una resurrección sideral basada en la confianza y el apoyo a un grupo de jugadores que, como señaló ayer el propio preparador, “ya sabían jugar al fútbol, aunque quizá no lo tenían muy claro”. Se insufló cariño, comprensión y confianza a borbotones en el vestuario de Ibaia y por ahí vino el crecimiento del grupo hasta hoy, recuperando sensaciones y obteniendo resultados como jamás nadie hubiese imaginado por aquellos días. De los últimos 18 puntos en juego en Mendizorroza, sin ir más lejos, ha conseguido el Alavés nada menos que 16, dejándose escapar solo dos el día contra el Leganés. Un registro bárbaro, en cualquier caso, cuando restan catorce jornadas para el final del campeonato. Catorce partidos que son más de los que lleva el propio Abelardo en el cargo, lo que significa, a su juicio, que todo puede pasar. Por eso ayer volvió a mostrarse severamente cauto y precavido a pesar del mazazo infligido a los gallegos, no sea que la magnífica racha que un día vino termine por enfilar el camino contrario.