Vitoria - “Está saliendo todo mejor de lo esperado”. Esta frase que Abelardo pronunció tras la victoria del sábado ante el Celta resume a la perfección el sentimiento de todo el alavesismo. Ni siquiera el más optimista de los seguidores albiazules podía prever la excepcional reacción que El Glorioso ha protagonizado desde que el preparador gijonés asumiese los mandos del equipo el pasado 1 de diciembre. Recogió el asturiano un equipo que estaba hundido en el fondo de la clasificación de Primera División y apestaba a descenso con solo dos victorias en trece partidos y una desventaja de seis puntos con respecto a la permanencia que marcaba el Deportivo de La Coruña. Nueve jornadas después, El Pitu no solo ha sacado al Alavés del pozo, sino que lo ha situado cinco puntos por encima de la zona roja que marca el cuadro gallego, al que en este periplo le ha endosado una diferencia de once puntos. Un registro abrumador, como todos los que jalonan el devenir de un entrenador que ha obrado una resurrección tremendamente difícil de creer en un margen de tiempo muy exiguo.
El primer paso para entender este cambio de tendencia hay que encontrarlo en el milagro que el cuadro albiazul protagonizó en Girona. Apenas llevaba Abelardo un par de días al frente del equipo, que se hundía todavía más en el barro cuando el marcador de Montilivi reflejaba un 2-0 que parecía ya insalvable. El arranque de furia que condujo a los tres goles de Ibai Gómez y a la remontada fue el clavo ardiendo al que se agarró el vestuario para seguir creyendo en la viabilidad de la salvación.
A partir de ese momento, la mano del técnico ha sido un factor clave. Una persona normal, como le definen dentro de la caseta. Con conocimiento del fútbol, de la Primera División, de ideas muy claras y con mucha lógica en su cabeza. Por ejemplo, para poner a sus mejores jugadors en el campo y no en el banquillo o en la grada. Lo primero que buscó fue fortalecer el entramado defensivo -siempre ha dicho que iban a ser los mejores atrás los que se iban a salvar-, pero no mediante el sistema de meter muchos jugadores delante del área -lo que acabó haciendo Gianni De Biasi-, sino apostando por una presión adelantada con las líneas muy juntas para reducir los espacios.
Ese cambio de estilo ha supuesto una mejoría evidente en cuanto a los tantos encajados -se ha pasado de una media de 1,69 goles recibidos en las etapas anteriores a 1,11 con el asturiano-, pero que también ha tenido relevancia en la mejoría del ataque. No en vano, el Alavés ha pasado de ser el peor equipo ofensivo de la competición -0,54 goles por partido- a arrojar un registro ahora de 1,33 dianas por comparecencia. Un equipo vertical y punzante, que busca la portería rival con perseverancia y que, por fin, ha explotado el talento que tiene en sus filas y que anteriormente había permanecido oculto, con especial relevancia a la explosión de Munir.
Con el único lunar del derbi contra el Athletic en el que El Glorioso de Abelardo ofreció su peor versión, con el técnico gijonés el cuadro albiazul ha sido competitivo allí donde ha jugado. Cierto es que la mejoría en los resultados -con la excepción de la remontada en Girona- viene marcada por los partidos en Mendizorroza, pero a domicilio se ha competido tanto contra el Atlético como ante el Barcelona.
De esta manera, el preparador asturiano presenta unos registros abrumadores que nadie podía esperar. No en vano, su media de 1,78 puntos por partido metería de lleno al Alavés en Europa en la proyección de toda una temporada.