Vitoria - Está viviendo el alavesismo un comienzo del año en el que ya en demasiadas ocasiones se mira a los colegiados con recelo y se les acaba contemplando como una parte decisiva para la resolución, en contra, de sus partidos. No se escapó, ni mucho menos, el último encuentro copero a esa tendencia que arrancó en el derbi contra el Athletic. En sus últimas seis comparecencias, el Deportivo Alavés ha sufrido tres expulsiones -todas ellas pueden considerarse claras- y dos penaltis -las imágenes desmienten a los colegiados-, pero, sobre todo, se ha quedado con la sensación de que se le mide con un rasero muy diferente al de sus rivales y que el trato que recibe de los árbitros está lejos del equilibrio.

Esta serie arrancó en San Mamés cuando el asistente de González Fuertes castigó con penalti una pugna entre Rubén Duarte y Raúl García en la que el atacante era quien agarraba al defensor. El mismo juez de línea que en la primera parte había obviado un derribo en el área de Xabi Etxeita a Bojan Krkic con un empujón por la espalda.

En los duelos contra Sevilla (Liga) y Valencia (Copa) llegaron las expulsiones de Duarte y Adrián Diéguez. Inapelables en ambos casos, pero dejando la sensación de que tanto Sánchez Martínez como González González tuvieron manga ancha con el grande y penalizaron con mayor rigor al más humilde de los dos contendientes.

Pequeños detalles siempre en contra, pero que alcanzaron el grado de expolio el pasado domingo contra el Leganés en el expolio perpetrado por Trujillo Suárez -que ya contra el Betis perjudicó gravemente los intereses albiazules- y sus asistentes. Un fuera de juego muy al límite en una acción que Munir terminó en gol fue la antesala de una segunda parte en la que el trío arbitral casi no dio una a derechas. Se dejaron en el tintero la expulsión de Gabriel Pires y un penalti claro sobre Ibai Gómez justo antes de determinar pena máxima por una supuesta mano de John Guidetti que aún hoy sigue siendo imposible de determinar. Por usar los brazos fue Ely expulsado con un criterio bien diferente al utilizado antes con el centrocampista brasileño pepinero y con el empate final Mendizorroza se incendió por completo.

Ya estaba la cosa caliente, pero en el último duelo contra el Valencia la temperatura se siguió elevando. Un clamoroso penalti por mano de Ezequiel Garay quedó en nada al considerar Álvarez izquierdo que anteriormente se produjo falta sobre el portero. Lo mismo ocurrió en el gol anulado a John Guidetti. Los raseros, otra vez. Los empujones locales los veía todos; los visitantes, ninguno. Reclamó el Alavés un par de penas máximas más al ser desequilibrados tanto Munir El Haddadi como Ermedin Demirovic cuando saltaban para rematar que el colegiado no apreció. Como tampoco hizo con el toque de Simone Zaza en la espalda de Víctor Laguardia que impidió el correcto salto del central y provocó el error que desembocaría en el empate del Valencia.

Varios errores encadenados en muy pocos partidos y la creciente sensación de que los colegiados no tratan en esta competición a todos los equipos con el mismo rasero.