Vitoria - Munir El Haddadi vivió ayer una noche de sensaciones encontradas que tuvo continuidad incluso con el partido ya acabado. Se fue contento de vacaciones por haber marcado el gol de tan importante victoria como la cosechada ayer ante el Málaga, pero con un enfado evidente por haber fallado anteriormente tantas y tan buenas ocasiones. Una cuestión en la que el madrileño viene siendo protagonista recurrente a lo largo del presente curso, en el que ya acumula unas cuantas oportunidades de esas que un delantero matador no deja pasar en balde. Y es que ayer la más oscuridad de la noche invernal acechó al punta albiazul durante prácticamente una hora de juego, cuando, de repente, se hizo la luz con ese rayo para la esperanza que supuso el gol que le endosó al Málaga y que fue determinante para el triunfo.
El gesto de Munir girado hacia el Fondo de Polideportivo con sus manos elevadas al cielo en gesto de solicitar el perdón del alavesismo habla bien a las claras de lo que sentía en ese momento el jugador que acababa de marcar un gol vital para el futuro de este Glorioso. Había alegría, como no podía ser de otra manera, pero, sobre todo, le había llegado la liberación. Un centro lateral de Pedraza, un balón peinado por Duarte y el madrileño empalmó a bote pronto con su pierna diestra, la menos hábil, para meter el esférico en la portería y poner esperanza en el futuro alavesista.
Se le hizo de día en ese momento a Munir, que hasta entonces había vivido en la oscuridad en un partido torcido desde el inicio. Primero un remate con poco ángulo que le cerró Roberto; después, un mano a mano que estrelló contra el guardameta; posteriormente, un balón que mandó al larguero con la portería vacía; luego, una vaselina que se le fue rozando el palo. Todo ello aderezado por una nueva colección de patadas de cada rival que se cruzó por su camino, el punta estaba al borde de la desesperación.
Si los nervios se estaban comiendo al Alavés, a Munir le estaban afectando especialmente. Por eso su gol, en el remate más complicado que hizo en toda la noche, le condujo a la liberación. Desaparecieron los fantasmas, consiguió su tercer tanto de la temporada y pidió al alavesismo un perdón que tiene concedido de antemano. Porque no se le puede exigir nada más a quien siempre lo ofrece todo.