Vitoria - En condiciones normales dentro de la ilógica que impera en el fútbol, Míchel hace ya semanas que habría dejado de ser el entrenador del Málaga como consecuencia de los pésimos resultados obtenidos por su equipo en lo que va de campeonato, de su pésima relación con un presidente -Al Thani- que dirige la entidad a golpe de Twitter, y de la inexistente química que hay con la grada, cuyo hartazgo hace ya semanas que es público y notorio. Con semejante caldo de cultivo se presentaba el pasado lunes el Málaga de nuevo ante su afición, esta vez con el Betis en frente, para tratar de recuperar el terreno perdido y escalar al menos una posición en la tabla que le permitiera no perder el hilo de los equipos que en estos momentos marcan la línea de la salvación en Primera. Sin embargo, las expectativas saltaron por los aires en el minuto 24 cuando el Betis marcó y el castillo de naipes que Míchel había construido para contener la ira bética fue perdiendo todas sus cartas cual efecto dominó. La chispa encendió la hoguera costasoleña y la desidia, impotencia y benevolencia se encargaron de hacer el resto. Volvería a marcar el cuadro de Quique Setién (0-2) y ahí se acabó una historia que terminó con una pitada monumental contra el equipo, su entrenador y el caprichoso presidente Al Thani, que ve cómo su millonaria inversión en el conjunto malagueño se va por el desagüe de forma irremediable. En estos momentos, los andaluces ocupan la 19ª posición con once puntos, solo uno menos que los que tiene el Deportivo Alavés.
Precisamente por esta exigua diferencia y porque ambos conjuntos se presume serán allá por el mes de mayo rivales en la lucha por la permanencia, el partido que ambos disputarán mañana en Mendizorroza (21.30 horas) ha sido calificado por unos y otros como decisivo a la hora de asestar a su contrincante un mazazo psicológico tanto para quedar hundido en el fango de la clasificación como para lo contrario, resucitar y mirar hacia arriba, marcar terreno respecto a los inmediatos perseguidores y despedir el año con magníficas sensaciones.
Por eso en este contexto de crisis andaluza, el Alavés, que viene de perder ante el Atlético en el Wanda con una meritoria actuación, quiere aprovechar que el río está revuelto por La Rosaleda para obtener ganancia alguna y, como se decía, encarar el tiempo de descanso navideño con 15 puntos en el zurrón, las baterías de moral cargadas y el convencimiento intacto de que la salvación es posible.
Todo lo contrario, lógicamente, significaría regresar a un escenario antagónico y deprimente como en el que ahora mismo se mueve el Málaga, un conjunto “penoso” y “de alpargata”, como calificaba ayer la prensa local, que de cara al duelo contra el Alavés tendrá las bajas seguras de Adrián -lesionado ante el Betis- y Roberto Rosales, que sumó también el lunes ante la escuadra de Quique Setién su quinta cartulina amarilla. Será en cualquier caso un partido a cara de perro para estos dos equipos -otro más- donde ni tan siquiera un punto parece suficiente, un escenario ajeno hasta el momento para la escuadra babazorra, la única de Primera y Segunda División que no sabe lo que es empatar en la presente temporada en las 16 y 19 jornadas disputadas, respectivamente. Una curiosa situación, por otro lado, que tampoco se da en la Premier League, la Liga Inglesa, la Bundesliga en Alemania, ni la Liga Francesa, mientras que en la italiana, solo el Udinese iguala con el equipo vitoriano, que el pasado curso, fue el que más empates cosechó con un total de 13.