Al final, lo inexplicable tenía explicación, y la ausencia de ese puñal llamado Alfonso Pedraza en el carril izquierdo tuvo su explicación minutos después del final del partido, cuando Abelardo reconoció que el jugador había pasado una muy mala noche con problemas estomacales y diarrea que le habían dejado lo suficientemente tocado como para no formar desde el principio. Así que el plan pasaba por aguantar las embestidas del Girona y en el tramo final darle entrada. Y salió perfecto, mejor imposible. Se hizo dueño y señor de su banda, llegó cuando y como quiso, dio la primera asistencia de gol y forzó el penalti del segundo. Una revolución en toda regla que metió al equipo en el partido y de la cual seguro que tomó muy buena nota El pitu, que a día de hoy ya sabe a ciencia cierta una cosa: su equipo jugará el viernes con Pedraza y diez más.