Vitoria - La catastrófica actuación que el Deportivo Alavés perpetró en la visita al Getafe de la pasada jornada hacía augurar un cambio importante en lo que venían siendo los planes habituales de Gianni De Biasi en sus alineaciones. A situaciones desesperadas, soluciones desesperadas debió pensar el técnico italiano. Lo malo es que, en no pocas ocasiones, el remedio resulta mucho más dañino que la enfermedad y lo que propuso ayer el veterano entrenador roza de manera demasiado alarmante esas revoluciones que fríamente tienen muy poco sentido a las que algunos preparadores suelen recurrir cuando sus prioridades fallan, como si pretendiesen que la flauta fuese a sonar por arte de magia de repente.

De primeras, De Biasi metió cinco caras nuevas (Maripán, Duarte, Wakaso, Ibai Gómez y Sobrino) con respecto al referido partido en el Coliseum y cambió también la disposición táctica (recurrió de nuevo al 4-4-2 con el que cerró dicho encuentro) en lo que supuso un lavado de cara de calado mayor. Cierto es que el bochorno reciente exigía soluciones drásticas, pero eso no quiere decir que cualquier cambio pueda tomarse por bueno. Que la derrota y las formas en las que se produjo iban a traer una larga cola en varios apartados era más que evidente y el propio entrenador se vio alcanzado por esas ganas que, en caliente, siempre se tienen de hacer borrón y cuenta nueva y cambiar todo lo posible. Lo que pasa es que un entrenador, y menos uno con la experiencia del alavesista, no puede permitirse decisiones carentes de análisis y frialdad.

No cabe otra explicación a que jugadores que, como Duarte o Sobrino, hace apenas una semana no entraban en sus planes ni siquiera para completar una convocatoria fuesen ayer titulares en un tránsito directo de la grada -o del sillón de sus domicilios, en este caso- al césped.

Pero más difícil de comprender aún es la ausencia en el once inicial de Alfonso Pedraza y Munir El Haddadi, los únicos albiazules que con regularidad han mostrado capacidad para morder a los rivales. Por no hablar de la insistencia en mantener a un pivote puro como ancla a pesar de que ninguno de los específicos -antes Dani Torres y ahora Tomás Pina- esté dando el mínimo exigible y eso suponga desplazar de sus posiciones más naturales a Wakaso -perdido de nuevo ayer en la banda izquierda y, pese a ello, de nuevo uno de los mejores- o Manu García.

Hay una teoría que dice que en el fútbol, independientemente de las ideas o de los sistemas que maneje cada entrenador, los mejores futbolistas siempre tienen que estar en el campo y que, entonces, ya se encargarán ellos de asociarse. Parece la única solución posible a aplicar a este Alavés que, en su deriva, tiende a buscar soluciones que son aún más desesperadas que su situación. Eso es lo que hizo ayer De Biasi para dibujar un equipo de una tristeza infinita que no hizo casi nada para buscar una victoria que era ya una cuestión ineludible.