Vitoria - El Deportivo Alavés que se jugaba gran parte de sus opciones de engancharse a la pelea por la permanencia y que, de manera imperiosa, necesitaba una victoria en el derbi contra el Eibar, precisamente el equipo que marcaba la línea de la salvación y al que se podía situar de nuevo a tiro, realizó ayer su primer disparo entre los tres palos de la portería defendida por Marko Dmitrovic en el minuto 85 de juego. Este solo y simple argumento sirve para explicar bien a las claras dónde se encuentra en principal punto negro de este equipo que tiene unas carencias ofensivas brutales, agudizadas aún más por la incomprensible decisión de Gianni De Biasi de prescindir de dos futbolistas como Alfonso Pedraza y Munir El Haddadi que estaban siendo los únicos con regularidad a la hora de generar situaciones de ventaja. En un encuentro en el que se jugaba la vida y en el que marcar era obligación, la ofensiva de El Glorioso circuló en todo momento con las luces apagadas. Lo que viene siendo costumbre a lo largo de todo el curso, pero empeorado aún más por el estado de necesidad de este equipo.
Con la ausencia de los citados Pedraza y Munir que eran los que venían poniendo la chispa en la ofensiva, el único argumento constante que tuvo ayer el Alavés fue un Ibai Gómez que firmó un partido de gran nivel. El bilbaíno asumió galones y reclamó el balón, pero estuvo escaso de acompañamiento. Lo intentó Rubén Sobrino con desmarques que no hallaron la continuidad de un buen pase, pero poco más. Un disparo fuera de Christian Santos antes de la ocurrencia de buscar una chilena que le condujo a la expulsión fue todo el bagaje de la primera parte.
El mayor argumento ofensivo alavesista en toda la matinal de ayer fueron los saques de banda de Wakaso Mubarak. El centrocampista ghanés, desperdiciado en la banda izquierda, ejecuta de maravilla y con enorme potencia esos lanzamientos con el balón en las manos y sus servicios desde los laterales culminaron en las acciones de mayor peligro. En tiempos de Miguel Ángel Álvarez Tomé en Segunda División B, se convirtieron los saques de banda en un recurso muy útil y se marcaron varios goles que salieron desde los brazos de Iván Malón y Jorge Morcillo. Pero entonces era eso, un argumento más. Ayer fue prácticamente la única vía para inquietar al Eibar.
Tras la referida expulsión del delantero venezolano, De Biasi tardó mucho en mover el árbol del banquillo. Y, cuando lo hizo, fue para quitar a Sobrino, que era la única referencia ofensiva, y buscar la movilidad de Burgui. Apenas seis minutos después entraba Munir, aunque quien acabó de delantero centro fue Rodrigo Ely, una solución ya desesperada con el 0-2. Llegó en el minuto 85 el citado disparo, flojo y centrado, de Ibai y ahí se abrió la veda para un Alavés que en los ocho minutos que transcurrieron hasta el final del partido hizo mucho más -gol de Burgui incluido- que en todos los precedentes para asustar al rival.