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0-1, minuto 33: Jordán. Disparo de Inui que despeja Manu y el balón le cae a Jordán, que saca un remate entre piernas que no ve Pacheco.
0-2, minuto 69: Charles. Alejo desborda por la derecha y su servicio lo cabecea cruzado a la red Charles. 1-2, minuto 91+: Burgui. El extremeño recibe en la frontal, regatea y saca un disparo preciso pegado al palo.
Expulsó por doble amarilla a Santos (minutos 25 y 45) y por roja directa a Charles (minuto 83 ). Amonestó a Ely (minuto 37), Dani García (minuto 42), Capa (minuto 45+), Munir (descanso), Juncà (minuto 67), Vigaray (minuto 71), Manu García (minuto 75) y Pacheco (minuto 81). Amarilla al entrenador del Eibar, José Luis Mendilibar, en el minuto 66.
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Vitoria - Todas las evidencias hacen indicar que al Deportivo Alavés se le va a hacer extremadamente larga y sufrida una temporada en la que nada está saliendo como se preveía. Que las cosas no fuesen de color de rosa como en el curso de regreso a Primera División era algo esperado, pero que todo fuese tan rematadamente mal no entraba ni en los augurios del mayor de los cenizos. Cuando se ha cumplido solo el primer tercio de la competición, El Glorioso es prácticamente ya un equipos desahuciado. La imparable caída hacia el pozo no encuentra obstáculo en la que frenarse y las repetidas finales que semana tras otra se van jugando se pierden sistemáticamente. La única esperanza a albergar es que esto es fútbol y en este deporte todo es posible. Incluso los milagros. A eso queda agarrarse. Y muy poco más.
Parecía evidente que De Biasi iba a retocar su alineación, pero algunas de sus decisiones fueron completamente sorprendentes. Recurrió al esquema 4-4-2 con el que se jugó ya en la segunda parte en Eibar, recuperó a Maripán y Duarte para la defensa, situó a Ibai Gómez y Wakaso abiertos a las bandas y recuperó a Sobrino para formar pareja arriba con Santos. Más que las presencias, lo llamativo fueron ausencias tan significativas como las de Pedraza y Munir, los dos mejores jugadores ofensivos de este equipo. Además, nada más arrancar el partido Alexis tuvo que retirarse tras sufrir un duro golpe en la cabeza y regresó al once un Vigaray que había sido sacrificado por el preparador transalpino.
Entre las novedades, las contingencias y los miedos propios de la situación que se está viviendo, en los primeros minutos el Alavés fue, de nuevo, algo más que un manojo de nervios. Desorden táctico, precipitación y ansiedad se dieron la mano en un cóctel que el Eibar, con aproximaciones de enorme peligro ante las constantes concesiones locales, pudo haber convertido en explosivo si lo llega a intentar con mayor insistencia en ese tramo inicial.
Lo poco ofensivo coloreado de albiazul tenía a Ibai Gómez como protagonista. Con chispa en su regreso a la titularidad, el bilbaíno se erigió en faro y se ofreció de manera constante a sus compañeros. Buscó el balón, lo recibió y forzó el desequilibrio con acciones de calidad, pero el acompañamiento resultó bastante escaso y cada acometida moría en la frontal del área armera. Basta con decir que la jugada que en mayor peligro puso al Eibar fue en un saque de banda con disparo alto de Santos para evidenciar dónde está la gran carencia de este colectivo.
Parecía que los alavesistas pasaban a dominar, pero apareció de nuevo esa típica acción aislada que siempre acaba rompiendo a este equipo. El balón muerto en el área que Jordán acabó, tras colar el esférico entre una maraña de piernas, convirtiendo en el 0-1 fue fruto de un remate al aire de Inui que, en ese error, se generó una ventaja para disparar mucho mejor. Salvó Manu de primeras, pero el centrocampista catalán cazó el rebote y los enhebró por un resquicio indetectable para Pacheco.
El horizonte se ponía aún más negro todavía, pero ya se sabe que es susceptible de empeorar todo lo que ya va mal. Lo hizo, como no podía ser de otra manera. Al borde del descanso, Santos, en un intento de chilena, impactó sobre Arbilla y el venezolano recibió su segunda amarilla y la consiguiente expulsión. Tocaba remar toda la segunda parte en inferioridad numérica, más piedras en una mochila ya sobrecargada.
Ni ante un temeroso rival A pesar de todo, De Biasi decidió no tocar nada en el equipo tras el descanso. Una decisión tan difícil de entender como la que tuvo inicialmente prescindiendo de sus dos piezas más peligrosas. El varapalo de Getafe, con consecuencias insospechadas y que condujo al italiano al sinsentido de la ruleta rusa en la confección del equipo.
Arrancó el segundo acto con gol anulado al Eibar y sufriría también el Alavés esa misma suerte al castigar Munuera Montero un empujón de Sobrino que acabó con Dmitrovic por los suelos e Ibai rematando a placer. Apenas unos segundos después, llegaba el cambio local con la entrada de Burgui por el propio punta de Daimiel, lo que dejaba al cuadro albiazul sin delantero alguno sobre el terreno de juego hasta que siete minutos después entraba Munir.
Daba la sensación de que, con un poquito más, El Glorioso le podía meter el miedo en el cuerpo a un oponente también atenazado por sus propios miedos, pero lo resolvió Charles en el minuto 69 con un cabezazo y el 0-2 que provocó que muchos alavesista decidiesen abandonar su asiento de Mendizorroza, cansados de contemplar la imparable caída hacia el pozo -la reacción de rabia final jugando contra diez por la expulsión del propio Charles, con el gol de Burgui en el descuento y Ely de nueve buscando el milagro no sirvió de nada- en la que se encuentra este equipo que no encuentra remedio a los males que le llevan directamente por el camino de regreso a Segunda División. Aunque, como esto es fútbol, siempre será la esperanza lo último que se pierda en el trayecto.
Otro desastre. El preparador alavesista planteó un once inicial en el que faltaban Pedraza y Munir, los dos mejores jugadores ofensivos de este equipo. Como cabía esperar, el Alavés fue un equipo prácticamente romo con la única excepción de Ibai Gómez, lo que, unido a los habituales desajustes defensivos y la expulsión de Santos, propició una nueva debacle colectiva en el derbi.
En su regreso a la titularidad, el bilbaíno fue prácticamente el único argumento ofensivo de un Alavés muy mermado en este apartado. Lideró al equipo hasta donde pudo.
Que un delantero sufra una expulsión por dos amarillas tan innecesarias como las del venezolano ayer ya dice mucho de su actuación. No se llevó ni un solo balón.