vitoria - Con un equipo tocado y por momentos depresivo como este Alavés existían ciertas sospechas antes del partido de la última jornada en Getafe en torno a ese supuesto ambiente del “todos a una” que hasta entonces se había encargado de vender Gianni De Biasi. Un tipo acostumbrado a las emergencias que al llegar a Vitoria hace ya unas cuantas semanas y comprobar sobre el terreno los graves problemas del equipo, entendió y decidió aplicar la filosofía de la palmada y el aliento con sus “chavales” antes que sacar el látigo, azuzar el palo y verbalizar la crítica. Hasta el sábado. Porque después de la sonrojante goleada en el Alfonso Pérez (4-1) la gota de la desidia y la vergüenza terminaron por colmar el vaso. Y todo se precipitó. Los “chavales” pasaron a ser “jugadores” y la rajada que el técnico italiano protagonizó en su comparecencia posterior encendió todavía más los ánimos del vestuario.

Para entonces, y a tenor del lenguaje corporal de los jugadores en el terreno de juego, ya existían indicios suficientes de que la tensión del momento estaba empezando a transformarse en un peligroso recelo más que en un síntoma de apoyo entre los propios compañeros. Aspavientos por aquí, bajada de brazos por allá, miradas perdidas, reproches dialécticos... Síntomas evidentes de peligro que el pasado lunes por la noche, según las siempre oportunas cámaras del veterano programa deportivo El Día Después, resultaron ya palmarias. En un vídeo de apenas tres minutos pudieron observarse varios lances del partido de Getafe donde el desconcierto, la desesperación y la bronca fueron en aumento conforme la escuadra de José Bordalás anotaba cada uno de sus cuatro goles. Así, por ejemplo, ya era evidente el nerviosismo de jugadores como Alexis o Rodrigo Ely, incapaces de detener las acometidas locales en los primeros minutos de juego. Lejos de ofrecer un perfil solidario, el reparto de culpas entre los dos centrales se hacía evidente ya en el primer centro de peligro del Getafe, que casi acaba en gol. El cruce de miradas y palabras entre ambos continuaría poco después con el gol en una jugada muy parecida de Bergara, que anotaba el 1-0 incomprensiblemente libre de marca. Incrédulo por la circunstancia, el que entra en acción a continuación es Manu García, que muestra su enfado al propio Alexis. “¡No puede ser! Estamos ahí diez (defensas en el área), me cagüen la p...”, brama enfurecido el capitán, que solo tres minutos después, comprueba cómo todo el trabajo de quince días se va por la borda cuando el colegiado pita penalti a favor del Getafe tras una entrada a destiempo de Diéguez sobre Jorge Molina. El capitán, sobrepasado, trata de revertir lo imposible: “¿Pero qué me estás contando, qué me estás contando?”, le espeta al colegiado, según las cámaras de Movistar Plus. Gol del punta azulón y 2-0 cuando aún no se ha cumplido siquiera el minuto diez. De Biasi mueve el banquillo y reordena su pizarra. Pasa a una defensa de cuatro que tampoco sirve de nada y el suplicio continúa. En la segunda mitad, un nuevo error de bulto entre Alexis y Vigaray propicia el 3-0 y poco después, De Biasi daba entrada a Wakaso, potente centrocampista con vocación ofensiva que coloca como lateral izquierdo. “Siento no haberlo puesto ahí desde el primer minuto porque ha sido el mejor del partido”, valoró el italiano. El regalo público, no obstante, no fue del agrado del africano porque al poco de saltar al campo su compañero Ibai trató de abandonar su puesto para ocupar posiciones más ofensivas. Un intento que según se aprecia en las imágenes chocó de lleno con el jugador de Santutxu, que ordenó de quella manera a Wakaso quedarse donde debía. “¿Dónde coño vas? Me cagüen... Defiende ahí y ya está”, le espetó el de Santutxu, según la versión de este canal que el propio jugador desmintió ayer en su cuenta de Twitter, y a lo que Wakaso respondió: “Siempre lo mismo, todo a Wakaso y luego no corren”, se defendía impotente el africano. Con el 4-1 final, caras largas, cuerpos inertes y una última imagen para la historia, la de Gianni De Biasi ausente en el banquillo junto a Javi Cabello. “Estaba muy cabreado, muy cabreado, y no quería entrar en caliente al vestuario”, explicaría minutos después el italiano.