Vitoria - En la duodécima jornada de liga, sin tan siquiera haberse alcanzado siquiera un tercio del campeonato, el Alavés se encuentra atascado, deprimido y, lo que es peor, sumido en uno de esos peligrosos puntos sin retorno donde otro error de bulto, otro lamentable resbalón u otra mala decisión técnica terminarán por mandarle irremediablemente a la lona. En la jornada doce. Si en las últimas semanas, el equipo ha logrado capear a base de bandazos las amenazas que se cernían sobre su cabeza y ha logrado sacar adelante alguna que otra meritoria empresa, el descalabro y la humillación del pasado fin de semana en Getafe le ha dejado definitivamente sin red. Expuesto ante los acontecimientos y tocado en el aspecto anímico como consecuencia de una situación lamentable que a estas alturas del campeonato parece difícil de asumir por parte del alavesismo. ¿Cómo es posible que el equipo de la pasada temporada que se coló incluso en la final de la Copa del Rey sumara solo once derrotas en 38 jornadas y éste, el actual de Zubeldía, Cabello y De Biasi, lleve diez en 12 partidos?
La resignación y el desconcierto parecen haber causado efecto no ya solo entre la siempre paciente afición albiazul sino incluso en el propio vestuario, cada vez con menos respuestas y cada vez más cuestionado, especialmente tras los enfrentamientos donde, se supone, se debería ofrecer un plus de motividad por todo lo que hay en juego. Como el del sábado en el Coliseum Alfonso Pérez. Pero no, de ese supuesto carácter y esa ya denostada competitividad nada se supo. En nueve minutos, Bordalás había matado el partido. El resto fue un sopor mayúsculo impropio de un equipo de Primera División que no hizo sino aumentar las dudas en este plantel, retratar a De Biasi en el banquillo y poner el foco sobre la dirección deportiva del club, a la que ahora le va a tocar rascarse el bolsillo para tratar de compensar una plantilla perfilada en verano sin ningún criterio. A todo esto, el Getafe goleó y se alejó del Alavés en nada menos que diez puntos (los de Bordalás son ahora mismo décimos con 16 puntos), lo que estrecha sobremanera la nómina de candidatos al descenso. En consecuencia, los enfrentamientos directos entre todos los implicados asumen ya categoría de Guerra. Y la escuadra albiazul tiene la primera de ellas este sábado en Mendizorroza (13.00 horas) ante el Eibar, donde la victoria es, simplemente, imprescindible si pretende agarrarse a la categoría. Todo lo que no pase por ahí supondrá otro irreversible paso atrás cuyas consecuencias dependerán de lo que hagan otros equipos implicados como el Las Palmas, que se enfrentará el domingo a la Real en Anoeta, el Málaga de Michel, que visitará un día antes al Real Madrid en el Bernabéu, o el Athletic y el Deportivo, 15º y 16º, respectivamente, que se verán las caras en Riazor el domingo a partir de las 12.00 horas.
Pero, ¿cómo se le cambia la cara a un equipo que en la jornada anterior ha firmado un despropósito semejante? ¿Cómo se restaura la confianza de un vestuario que salió trasquilado tras la rajada de su entrenador, que afirmó sin pelos en la lengua haber sentido vergüenza por lo sucedido e insinuó estar hablando otro idioma con sus chicos porque no le entienden lo que quiere? ¿Cómo se logra la comunión necesaria en un vestuario para que todos, en este contexto, remen en la misma dirección?
la línea roja de de biasi El siempre singular Gianni De Biasi asegura que lleva en su mochila una experiencia de treinta años en el mundo del fútbol y afirma además que se siente capaz de dominar la tensión del momento porque gran parte de su carrera como entrenador se ha desenvuelto en este tipo de situaciones tan pantanosas. Quizá por eso el sábado en Getafe decidió correr el riesgo de señalar públicamente al equipo como acicate para tocar su orgullo y hacerle reaccionar. O quizá no. Quizá lo hizo consciente y harto de sacar la cara a los jugadores, como había venido haciendo desde su llegada a Vitoria. Sea como fuere, y bajo estas coordenadas, será después del derbi a vida o muerte ante el Eibar cuando quede claro si la rajada tocó finalmente la fibra de los jugadores y éstos reaccionaron o, por el contrario, la reacción de De Biasi cruzó una peligrosa línea roja que incluso, y no sería la primera vez, podría costarle el puesto.