Vitoria - Al final resultaba que el 9 puro que andaba buscando el Alavés para paliar su sequía goleadora estaba en casa. Concretamente en su banquillo. Ni Luis Zubeldía primero ni Javi Cabello después fueron capaces de verlo en tiempos de penumbra y urgencia futbolística sin embargo la llegada de De Biasi al timón albiazul, quizá ya a la desesperada, supuso la resurrección del punta venezolano, inédito hasta la fecha y un habitual en el graderío de Mendizorroza los días de partido. Fue ese instinto de supervivencia que suele despertar en aquellos que se saben ante la última oportunidad de su vida el que afloró Christian Santos para conseguir primero una oportunidad y después devolver la confianza al italiano con lo único que sabe hacer, marcar goles. Lo hizo días atrás en el partido de ida de los 1/16 de final de la Copa ante el Getafe en su feudo -su testarazo en los últimos minutos del partido dio alas al equipo en su camino hacia los octavos- y repitió diana el pasado sábado con un soberbio zurdazo dentro del área ante el Espanyol cuando no se habían cumplido ni 45 segundos. Estalló entonces Mendizorroza y saltó la chispa de la reconciliación entre el jugador y una afición que siempre ha mirado al vinotinto con recelo desde que llegó hace dos veranos a Vitoria con la vitola de gran goleador y uno de los contratos más altos de la plantilla. Como quiera que Pellegrino lo ninguneó el pasado curso y como quiera también que las pocas veces en las que actuó ante su afición el resultado no fue el esperado, se extendió entre el alavesismo una corriente crítica hacia el delantero que no hacía sino agravarse cuando se le comparaba con un Deyverson tribunero y superior en el plano físico pero tremendamente inferior en cuanto a calidad y pegada. Sin embargo, como quiera que en ese duelo siempre terminaría perdiendo, Santos rumió su regreso al equipo con la mentalidad germánica que lleva en su ADN, esto es, trabajando sin descanso y con discreción a la espera de una oportunidad. De Biasi hizo oídos sordos a las advertencias que desde la dirección deportiva le trasladaron de Santos -era un jugador débil y anárquico que no entraba al choque- y le confirió el 9 como referencia ofensiva del equipo. Y acertó. Al menos hasta la fecha. Dos goles del vinotinto y dos pasos de gigante, uno a los octavos de final de la Copa y el otro en forma de tres puntos vitales para seguir agarrados a la permanencia. En la celebración de ninguno de ellos hubo tiempo para la reivindicación pública y sí mucho de compromiso y gratitud hacia sus compañeros sin los cuales, dijo el sábado en zona mixta, “no tendría sentido mi trabajo”. Mendizorroza aclamó el sábado su nombre por todo lo alto cuando De Biasi lo sustituyó por Torres en el minuto 80. Fue el epílogo a una reconciliación que había comenzado semanas atrás cuando la lógica futbolística se impuso por encima de las decisiones extradeportivas. Con el siempre frío y lánguido Santos en punta, un tipo sin bula en el graderío y acostumbrado a ser observado con lupa en cada una de sus acciones, el Alavés cuenta por fin con una referencia clara en ataque que además de equilibrar al equipo ha liberado a Munir para que campe a sus anchas por esa zona de tres cuartos que tanto le gusta y que tan buen rendimiento dio ante el Valencia y el Espanyol.

Rivales. Valencia y Espanyol (en ambos casos fue titular).

Minutos. 170 en total.

Goles. 1.

Disparos a puerta. 2

Recuperaciones. 15.

Pérdidas. 10.

Pases buenos. 14.

Faltas cometidas. 5.

Que un delantero centro vive por y para el gol es una certeza que Christian Santos conoce a ciencia cierta y que depende, directamente, de su estado anímico, de su confianza. Por eso la química surgida con De Biasi ha dado lugar a la mejor versión del venezolano.