Vitoria - A Christian Santos lo contrató en el verano de 2016 el Deportivo Alavés porque contaba el venezolano en el fútbol de Centroeuropa con el cartel de ser un excelente rematador y, precisamente, esa cualidad que le adorna y que tan pocos jugadores tienen es la que ha exhibido, aunque sea a cuentagotas, durante su experiencia en Vitoria, más amarga que dulce en líneas generales pero que ayer tuvo aroma de redención. El sudamericano no es uno de esos delanteros que brillan con el balón en los pies o de esos otros que son capaces de encadenar regates sensacionales y dejar para el recuerdo jugadas antológicas. Lo suyo es el remate, ya sea con su sensacional zurda o con la cabeza, otra especialidad que también domina. Un oficio en el que es letal, con precisión de cirujano, y que ha convertido en su lucrativa profesión dentro del mundo del fútbol. Por eso tiene el caché que tiene, aunque, hasta la fecha, con sus registros no haya justificado las cifras que aparecen en su contrato.
Santos se ha convertido en pieza indispensable en el actual Alavés entre otras cuestiones porque no hay en la plantilla otro nueve de sus características. Y ayer, de nuevo, volvió a demostrar que puede ser una pieza aprovechable siempre que sea utilizado correctamente. Es un delantero a la antigua usanza, que se mueve a la perfección en el área buscando los espacios y que tiene una pegada demoledora. El gol de ayer es la evidencia más clara de estas virtudes que le adornan.
Estaba el balón dando vueltas sin ton ni son tras un saque de esquina cuando acabó volando hacia su posición, donde había ganado ya la ventaja a la defensa del Espanyol. En esa posición franca, lo que sacó a relucir es el cañón que tiene por pierna izquierda. Una vez visto, parece sencillo. No lo es. Para nada. Hay que situar el cuerpo, anclar bien el pie de apoyo y realizar el impacto sobre el esférico en el punto preciso para que la volea vaya directa a la escuadra y no a las nubes con la potencia que le había imprimido. Una ejecución digna de un hombre que es letal en este tipo de acciones y que estrenó su casillero en la competición liguera después de haber marcado ya en Copa, entonces con un preciso remate de cabeza a servicio de falta de Álvaro Medrán.
Santos es un animal de área. Ahí está su principal virtud, pero también ahí se encuentra su defecto más apreciable. Sobre todo en equipos estructurados como lo está este Alavés y que no pueden permitirse perder ni una sola pieza en la labor de desgaste. En esta cuestión, el venezolano ha ido mejorando bastante y cada vez se le ve más comprometido, pero aún le queda un margen de mejora considerable.
El otro problema que tiene es que es difícil sacar a relucir su capacidad rematadora dentro de un equipo que tiene unos problemas de elaboración tan serios como los de este Glorioso. Y es que el nueve sudamericano vive de los compañeros, de los balones que ellos pueden llevarle o de los que puede recuperar, como ayer, perdidos en el área. Situaciones que al conjunto de Gianni De Biasi le cuesta generar y que hacen que quien hoy es su principal referencia en punta quede demasiado diluido en el juego global, donde en demasiadas ocasiones hay que tirar de individualidad para generar lo que no llega como colectivo.