Vitoria - El principal problema que el Deportivo Alavés está evidenciando en este arranque de temporada es su falta de creatividad y argumentos para plantarse en el área rival y generar peligro, pero el cuadro albiazul echó ayer por tierra esa tendencia que venía siendo la acostumbrada con un encuentro de calibre mayor en la parcela ofensiva. Si en la primera parte recurrió de nuevo al argumento habitual del desborde de Alfonso Pedraza por el flanco izquierdo, en el arranque de la segunda mitad avasalló al Valencia haciendo gala de precisión en el pase en zona de tres cuartos, desequilibrio desde las bandas, potencia de disparo desde cualquier posición y una enorme amenaza en las acciones a balón parado. La desgracia para el conjunto vitoriano vino en forma de desacierto, ya que disfrutó de una quincena de remates, además de un importante número de llegadas de peligro al área que no fueron concretadas, de las que solo fue capaz de extraer un gol. Un premio muy escaso y de nulo rendimiento final para la menor versión alavesista en lo que va de curso.

El Glorioso se subió en el arranque del encuentro a lomos de su más sólido, y casi único, argumento ofensivo en el inicio de este curso: Pedraza. El cordobés ha cogido el relevo de Theo Hernández en las impresionantes cabalgadas por el costado izquierdo del campo y percutió una y otra vez con éxito sobre la banda de un Valencia incapaz de frenar sus furibundos arranques. El problema es que, como solía sucederle también a su predecesor, el jugador cedido por el Villarreal tiene bastantes problemas en la definición y dilata demasiado el pase definitivo, cerrándose él mismo algunas de las puertas que previamente se había encargado de abrir mediante sus poderosas zancadas.

Un duro golpe contra la valla publicitaria del fondo del campo hizo mella en Pedraza en el tramo final de la primera parte, pero tras el descanso sus compañeros le dieron relevo para protagonizar un inicio de segundo tiempo excepcional. Munir El Haddadi recogió el testigo como líder de la ofensiva y comenzó a moverse insistentemente en torno al área. Primero para forzar un saque de esquina que él mismo se encargó de poner en la cabeza de Alexis Ruano, un especialista en este tipo de acciones que consiguió empatar el encuentro.

Ya marcó el Alavés a balón parado el martes en la Copa y repitió de nuevo ayer. Una suerte en el juego que tiene que explotar con aún mayor asiduidad, vistos sus problemas de cara a la portería rival. Males que se volvieron a repetir de nuevo ayer en una cascada de oportunidades que no encontraron más veces el destino en el fondo de la portería de Neto.

El triángulo en el centro conformado por Pina, Manu García y un Wakaso excepcional fue capaz de conducir el balón a zonas en las que se podían generar ventajas, sobre todo a través de las constantes apariciones de Munir. Con Mendizorroza subiendo al equipo en una ola, el Alavés sacó su mejor juego del curso con un juego que por momentos rozó el salvajismo. Un auténtico volcán en erupción con llegadas al área por todos los frentes.

Faltó el acierto en esos momentos, la lucidez necesaria para aparcar la locura y manejarse ante la portería con frialdad. Hubiese sido el justo premio al mejor Alavés del curso.