Vitoria - Las particularidades de los derbis, con sus entresijos y su idiosincrasia, históricamente se habían convertido en una cuestión prácticamente indescifrable para un Deportivo Alavés al que siempre le había costado sacar resultados positivos en los duelos vecinales. Una tendencia que ha variado de manera relevante en los últimos años, sobre todo con una pasada temporada en la que el equipo dirigido por Mauricio Pellegrino dio un nivel excepcional a lo largo de los ochos enfrentamientos que tuvo con los otros cuatro quipos vascos de Primera División. Tanto, que en el cómputo de todos los encuentros fue el segundo mejor, solo por detrás del Athletic y por delante de Real Sociedad, Eibar y Osasuna, lo que le llevó a pelear con los bilbaínos en pretemporada por esa Txapela de infausto recuerdo y que quedó finalmente desierta por la desaparición del árbitro del césped de Lasesarre.
De todos los derbis que el alavesismo conoce, el que enfrenta a la Real Sociedad es el que más beneficios ha ofrecido en la etapa moderna, con algún partido para la historia como el recordado 3-2 con el memorable gol en el último minuto de Toni Moral que abrió las puertas de la permanencia en Segunda División en la temporada 2007-08. En los viejos tiempos, jugar contra los donostiarras era prácticamente sinónimo de tropiezo (tres victorias, dos de ellas en Copa del Rey, y tres empates a lo largo de casi siete décadas en las que estos clubes protagonizaron dieciséis derbis), pero en los más recientes, desde la etapa dorada de Mané, las fuerzas se han equilibrado bastante, con nueve triunfos vitorianos, cuatro igualadas y seis derrotas. Unos guarismos todavía más favorables al bando alavesista en lo referido exclusivamente a Mendizorroza, donde la Real Sociedad solo se ha impuesto en una ocasión (en la temporada 2000-01, con gol de Jauregi para el 0-1) en unos veinte últimos años en los que las coincidencias de categoría entre ambos clubes han sido más habituales.
Precisamente, el derbi de la pasada campaña en Anoeta, con un doloroso 3-0, le sirvió al Glorioso para cambiar el rostro y aprender de sus propios errores del pasado. Históricamente, en la máxima categoría los vitorianos casi siempre han ido a remolque de sus vecinos en estos duelos directos, pero esa horrible tarde en Anoeta le sirvió al Alavés para cambiar la mentalidad y dar un paso adelante en el aspecto anímico y actitudinal, fundamental en este tipo de partidos.
El aprendizaje de Anoeta La sonora bofetada en Donostia les sirvió a los de Mauricio Pellegrino para entender que había que bajar al barro y pringarse, una cuestión que los albiazules no siempre han tenido clara en estos duelos contra los equipos vascos. Ni en los años de mayor esplendor ni cuando tocaba meterse en la trinchera de la Segunda División B, con escaramuzas de todo tipo y pelaje.
En los derbis está el fútbol, pero también el corazón. Y eso lo interpretó a la perfección el último Alavés, que desde la mencionada derrota en Anoeta solo volvió a claudicar en un extraño partido en Mendizorroza ante un Osasuna desahuciado pero que acabó aprovechando la ineficacia de los habituales suplentes de Pellegrino en un encuentro en el que se frustraron las opciones de jugar en Europa. Victoria en El Sadar, empates en Ipurua y San Mamés, triunfo ante la Real, nueva igualada frente a los armeros y victoria ante el Athletic para cerrar una serie prácticamente inmaculada.
Más allá de los resultados, lo que se vio en aquellos partidos fue un equipo sólido, rocoso y peleón. Una idea que entronca a la perfección con lo que Gianni De Biasi espera de su equipo. Se trata de unas virtudes que El Glorioso debe exhibir en todos sus encuentros, pero que en el caso de los derbis se hacen todavía más necesarias por ser similares a las de rivales como Athletic y Eibar, siendo la Real Sociedad la que rompe un poco ese molde que se asocia al fútbol vasco.
Precisamente, a los donostiarras, por estilo, son a los que menos les gusta eso de tener que meterse en el barro hasta las rodillas. De la mano de Eusebio, calidad y finura van de la mano con éxito. Y, para contrarrestar semejante potencial con el esférico, al Alavés no le queda otra que el fútbol de trinchera a la antigua usanza de los derbis vascos, un hábitat en el que se movió a la perfección la pasada campaña y al que pretende recurrir para repetir su exitosa serie en los derbis que tantos puntos le dio en su regreso a Primera División.