Vitoria - ¿Qué hace estos días por Vitoria, una visita más o un viaje con una intención más profesional para quedarse?

-Lo primero es venir a ver a los amigos, que dejé bastantes y aún los mantengo, pero en este caso la idea que tengo es hablar con el Deportivo Alavés para ver si puedo enrolarme en la estructura del club. Voy a hablar con Sergio Fernández y espero que de nuestra reunión salga algo positivo. Mi idea es trabajar para el Alavés y, si es en Vitoria, casi que mejor. El año pasado ya me ofrecieron la posibilidad de ejercer de ojeador en la zona de Madrid y no sé qué me llevó a decir que no. No andaba muy lúcido después de la operación que tuve y... Lo pienso y era una opción que me hubiese gustado para volver al club, pero ahora estoy más preparado y con un abanico más amplio de posibilidades que ofrecerles así que vamos a ver si podemos llegar a un acuerdo.

Recobra la pasión por el fútbol después de que tras su retirada se pasase unos cuantos años huyendo de él.

-Yo no quería saber nada porque acabé muy saturado, sobre todo al final con toda la etapa de Piterman. A mí lo que me gustaba era entrenar y jugar, pero cuando lo dejé no me llamaba la atención el fútbol. Además, cuando me fui de aquí perdí el contacto porque la salida fue dura, extraña y rara. En otras circunstancias, como muchos exjugadores, podría haber seguido en el club, que es la idea ahora.

Esa salida fue traumática, pero ha sido una persona que siempre ha seguido muy ligada al Alavés y le hemos visto tanto en Mendizorroza como en otros campos junto a la afición y con su camiseta azul y blanca, además de mantener la relación ahora con el propio club y ser muy querido por la afición.

-Lo uno no quita para lo otro. Todos sabemos lo que hubo en aquella época, pero yo el contacto con el Alavés lo he mantenido siempre. Lo puedo decir bien alto y orgulloso: siempre que llamo me atienden muy bien. Hablo con Sendoa, con Sergio o con jugadores como Manu y el trato siempre es excelente.

Volviendo la vista atrás, esa salida del Alavés supuso también su retirada del fútbol cuando solo tenía 31 años y todo el mundo pensaba que podía seguir jugando.

-Podía haber seguido un poco más, pero... Mira, comencé como profesional en el Alavés y terminé en el Alavés. Es verdad que había cuerda para más porque no había tenido lesiones, pero soy una persona de decisiones muy drásticas. Por ejemplo, cuando me vine a Vitoria por segunda vez abandonando el Valencia, donde estaban tratando impedir que me fuera. Mi idea era dejar aquello y volver aquí y lo hice. En este caso, podía haber aguantado un poco más, pero yo soy de decisiones drásticas. Buenas, malas, acertadas o equivocadas, el tiempo lo dirá. Quizá no fuese la más adecuada, pero tampoco me arrepiento de nada.

¿Qué le puede aportar al Alavés?

-Tengo el bagaje de conocer muy bien el club, a pesar de que ha cambiado mucho. Tengo una experiencia dentro del Alavés; conozco muy bien a la afición y nos tenemos un respeto mutuo; puedo desarrollar mi labor en varias facetas, ya sea como entrenador de formación que me gusta mucho, como ayudante técnico en apartados específicos como puede ser el trabajo con los defensas en categorías de formación o en labores de ojear jugadores y realizar informes. Creo que tengo un perfil diferente al de otras personas que hay ahora en el club y puedo aportar en diversas parcelas.

No es el Alavés un club que históricamente se caracterice por contar con sus exjugadores una vez retirados. En la actualidad, Sendoa representa la excepción; y, de aquellos años gloriosos, el único que ha formado parte del organigrama ha sido Pablo Gómez.

-En mis tiempos estaba todo mucho más reducido y la infraestructura del club no era tan grande como ahora. Yo creo que contar con exjugadores que conozcan la casa siempre es positivo, pero siempre y cuando tengan conocimientos, ambición y condiciones para aportar. Con ser exjugador no es suficiente para quedarte a trabajar. La mayoría de los clubes cuentan con futbolistas de su pasado, como entrenadores, en los despachos o como imagen de marca porque son piezas muy representativas de la historia de la entidad. Yo estaría encantado de volver al Alavés.

Mantener el contacto con el club le permite tener un conocimiento superior al de cualquier aficionado desde fuera. ¿Cómo lo ve con respecto a cómo lo dejó?

-Lo dejaron patas arriba aquellos sinvergüenzas y ha costado reconducir la situación y volver a la senda de la élite, pero ves lo que hay dentro y cuenta con una estructura muy sólida. Josean Querejeta, con su hijo a bordo y el trabajo de Sergio Fernández están dando pasos para que el club sea grande.

Hablaba de la experiencia que usted tiene, también puede ser un buen profesor que explique a los jóvenes que el fútbol no siempre es de color de rosa. Y más ahora que el dinero les llega a espuertas a los futbolistas, muchos de ellos incapaces de pensar en lo que puede pasar en el futuro.

-Dentro de la mala experiencia que he tenido estos últimos años a nivel económico por una mala gestión, yo también puedo ser un ejemplo. A mí no me importaría explicar lo que me ha pasado, aunque igual yo volvería a hacerlo igual porque soy muy cabezota. A mí me fue mal por confiar en una persona que no era empresaria y por ahí se dilapidó mucho dinero. Nunca lo había pensado, pero podría ayudar a la gente a que tomase decisiones con calma hablándoles de mi experiencia. Siempre he vivido a un ritmo muy intenso y ahora con 42 años me doy cuenta de que podía haber sido más calmado, aunque no me arrepiento.

Hay casos peores.

-Arruinados, muchos. Y también metidos en el mundo de la droga. Yo estuve jugando con la Asociación Española de Futbolistas Internacionales y ahí había muchos jugadores a los que la vida les había dado un vuelco, como a mí. Muchos exjugadores pasan por la quiebra, muchos más de los que podemos imaginar.

No es fácil pasar de la nada al todo en lo económico y después gestionarlo, sobre todo en los casos de personas que antes no habían disfrutado de tanto dinero en su vida y su entorno.

-Lo difícil es gestionarlo. Y más si vienes de una familia humilde. Yo pongo el ejemplo de un chaval al que aquí se le quiere mucho, que es Marcos Llorente. En Vitoria y en un año ha dado un salto increíble, pero alrededor tiene una familia que viene del mundo del deporte y que le ayuda a llevar todo muy bien. En cambio, yo venía de una casa muy humilde y cuando gané dinero vivíamos de él todos. Mi madre se encargó de gestionar, no dejaba a nadie entrar ahí y, una cosa por otra, ahora te ves teniendo que trabajar por no haber gestionado bien mi patrimonio. Yo vengo de la humildad y no me molesta trabajar, pero está claro que me gustaría haber podido vivir con tranquilidad de lo que gané.

Yendo al plano deportivo, viene siguiendo la trayectoria de este equipo desde cerca. ¿Cómo ve la situación?

-El jueves estuve con Manu e Ibai y ya les dije que menuda bocanada de aire fresco habíamos conseguido ganando al Levante. Si llegamos a perder antes del parón otra vez, esto hubiese sido un tormento. Al principio vi al equipo mal, muy mal. Y no solo en lo futbolístico, sino también de sensaciones. A mí el Alavés no me transmitía nada. En el último partido se logró una victoria trabajada, cambiaron muchas cosas, no se encajó gol y se marcaron dos. Ahora me da buenas vibraciones, aunque hay que tener continuidad tras esa victoria que nos ha vuelto a llenar de ilusión.

Parece que desde la destitución de Luis Zubeldía el equipo ha recuperado ese perfil aguerrido y peleón que se había perdido.

-Yo no sabía a qué jugaba el Alavés. Y no digo que sea culpa del entrenador, porque simplemente puede ser que las cosas no saliesen y que Zubeldía en unos años sea tremendo. Yo al equipo no lo reconocía. Este club tiene una tradición y una forma de jugar y eso no es fácil de cambiar de la noche a la mañana. En las primeras jornadas no había una personalidad dentro del campo. Contra el Levante ya lo vi bastante más claro. Yo soy muy de fijarme en esas cosas y al final del partido vi a muchos jugadores con la manos en la rodillas y fundidos y vi un equipo que lo había dejado todo.

El Alavés de su época también tuvo la experiencia de alcanzar la cima más alta y después venirse abajo cuando nadie lo esperaba para acabar descendiendo.

-No hay que volverse locos, pero en este caso había que hacer algo porque la todo iba en picado. Este año es complicado con tantos jugadores nuevos, otro cambio de entrenador... No ha salido como queríamos, pero hay esperanza y remedio. El club tenía que cambiar el rumbo y lo ha hecho con el entrenador. Hay una mochila atrás importante de malos resultados y pocos puntos, pero la salvación es posible. Además, esta afición es incondicional y eso no lo tienen otros clubes.

El tema del ambiente en Mendizorroza y el alavesismo en Vitoria es algo que ha cambiado mucho respecto a su etapa.

-Yo siempre digo que esta generación la creamos nosotros. Quiero sentirme partícipe de esto. No sé si es cierto o no, pero me lo hago ver así. Aquí la gente era del Athletic o de la Real Sociedad, pero yo creo que en esa época conseguimos cambiar la tendencia y esos chavales son hoy del Alavés.

Usted fue un jugador muy importante en aquella época, pero la sensación es que ahora es incluso más querido que entonces.

-Puedo atestiguar que es así porque lo veo. Yo he estado con la gente de Iraultza en el campo y me han apoyado mucho. Estos chavales salieron con una pancarta de ánimo a la calle hace un año cuando estuve enfermo. Yo estaba en el hospital llorando como un niño pequeño y les regalé la camiseta de la final de la Copa de la UEFA en agradecimiento. Cuando vengo a Vitoria me siento muy querido. El año pasado vine con mi hija pequeña y se quedaba sorprendida de lo que me quiere la gente. Algo malo hicimos, pero algo bueno también.