El Alavés ha completado una de las mejores temporadas de su historia. Si a nivel deportivo la de Dortmund está en un escalón superior, ninguna suma de rendimiento del equipo, afinidad con la masa social y situación financiera del club da más resultado que ahora. Cuatro días después de la final de Copa y conocida la salida de Pellegrino, mi querido Koxka puso este tuit: “Empezamos desde cero. Aviso para navegantes, el objetivo de la próxima temporada es la salvación. Mantengamos los pies en el suelo”. No seré yo quien vaya a contradecir mucho a una de las personas más sensatas que conozco y que pulsa al Alavés mucho mejor que yo, pero siendo participe de la esencia de su reflexión, una de las cosas que también ha conseguido este equipo y su afición es crear la sensación de que está ante el principio de algo. Por supuesto que la salvación es el único objetivo, pero es inevitable que la gente exija pasos hacia delante. Es la naturaleza de todas las organizaciones que se atreven a crecer. Si algo nos ha enseñado Baskonia esta temporada es que el fondo es tan importante como la forma. El equipo de Sito ha cumplido con los objetivos que a día de hoy marcan la realidad del club pero ha dejado una sensación de vacío en al menos una parte de la afición. No se si mucha o poca. El Alavés ha sido un poco al contrario. Alcanzar (de sobra) su meta ha sido algo casi residual y ha quedado sedimentado por factores como la significación social, la sublimación del sentimiento en la final de Copa o los síntomas de organización moderna y ágil que inequivocamente emite el Alavés. El Glorioso es un club top en redes sociales, tiene una secretaría técnica que ha demostrado conocer las claves y un año más batirá su récord de presupuesto. Todo esto es lo que ha permitido al equipo tener esta increíble temporada, y también son los cimientos para que la gente siga soñando. Si dentro de un año estamos escribiendo sobre la permanencia, seguro que será otro rotundo éxito. Pero quizás no sea suficiente. Desde el año que subió a Segunda el Alavés no ha afrontado ninguna temporada de recesión. Su rendimiento en Primera ha sido excelente y ahora se enfrenta a su curso más complicado. Afronta una transición obligada en la que tendrá que sobreponerse a la salida del mejor entrenador del año en España (con permiso de Zidane), de uno de los cinco mejores mediocentros de LaLiga y del juvenil con más impacto del torneo. Si esta temporada ha encumbrado a Pellegrino o Manu García, la siguiente puede poner a Sergio Fernández como el gran tesoro del Alavés. Ayuda y mucho a la hora de dormir pensar que el hombre que apostó por el Flaco, el que le levantó a Llorente a medio España y el que creyó en Theo más que el Cholo Simeone y nadie en el Atlético de Madrid lleva tiempo trabajando en la nueva plantilla sabiendo que estos (y otros) jugadores y el entrenador no iban a seguir. A todos los que tengan la tentación de decir las tres primeras tonterías o ‘comentarios técnicos’ que se le pasen por la cabeza sobre el tal Zubeldía (1. quién coño es. 2. no tiene experiencia. 3. no conoce LaLiga) que primero piensen que lo trae el mismo que hizo este equipo. Es comprensible que su designación pueda sonar extravagante, pero la está tomando alguien que ha acertado mucho más de lo que ha fallado. Ahora está ante un reto mayúsculo, quizás mayor que el de la temporada pasada. A la necesidad de volver a elegir un entrenador que saque el máximo rendimiento de una plantilla que va a cambiar sensiblemente se unen las inevitables expectativas de la gente. El alavesismo de los 7.000 siempre habla de recordar de dónde venimos. El mantra se refiere a la casi desaparición, a Lemona o Amorebieta. A Jaén. Pero ahora también evoca al Calderón. Hasta que se demuestre lo contrario, la permanencia será siempre el objetivo del Alavés. Y en eso tiene toda la razón Koxka. Pero es muy difícil aislar de la memoria lo que hemos vivido los últimos doce meses. En su globalidad esto no empieza de cero. Solo para Sergio Fernández, para quien solo tengo un deseo. Hazlo otra vez...