Vitoria - Quién más quién menos en el vestuario albiazul había imaginado en los días previos a la disputa de la final cómo sería proclamarse campeón de la Copa del Rey y de qué manera reaccionaría la ciudad y el entorno albiazul ante tamaña gesta. Quien más quien menos se habría imaginado encaramado a lo alto de un autobús descapotable festejando con la gente a su paso por las calles de la capital alavesa; quién más quien menos, especialmente los jugadores vascos, habrían dibujando en su imaginario el momento de estrechar la mano con el lehendakari en Ajuria Enea como en sus días de gloria ya hiciera la Real Sociedad y el Athletic de Bilbao; y quién más quien menos se habría incluso imaginado en la terminal del aeropuerto de la capital, cruzando el dintel de la puerta de salida y convirtiéndose aunque solo fuera por unos instantes en el protagonista del día, rodeado de nube de fotógrafos y periodistas y acosado por los enfervorecidos aficionados del equipo deseosos de tocar a su héroe o solicitarle un autógrafo o un selfie para los restos.
Pero todo ese deseo colectivo no pudo ser. Entre otras cosas porque se perdió de forma merecida ante el Barça y porque la mente de cada uno de los jugadores no estaba preparada, o no quería, para desarrollar un plan B en caso de... Así que la llegada a Foronda al filo de las 14.00 horas fue triste. En el fondo y en las formas, dado que apenas un puñado de aficionados se personaron en la terminal alavesa para apoyar a un equipo que poco a poco va recuperando el pulso después del varapalo del sábado. Entre ellos su máximo responsable, Mauricio Pellegrino, un tipo aparentemente tranquilo que sin embargo ayer llevaba la procesión por dentro después de dejar escapar un partido que, sin duda, le habría permitido doctorarse con mérito en su primera temporada como técnico principal en la liga española. Así pues, su rostro hablaba por sí solo. Hierático y resignado hasta que un par de chavales le cambiaron el paso cuando le imploraron con toda la sinceridad del mundo que se quedara un año más en el Alavés. Luego fueron apareciendo el resto de jugadores. Pacheco, Manu, Ibai, Kiko, Raúl García... Todos con un andar cansino, mezcla del agotamiento físico tras la paliza del partido y una sensación de culpa ante su gente por no haberles sido capaces de traer la Copa. Hubo algunas imágenes y autógrafos para el recuerdo y punto y final. El autobús enfiló después la salida y se dirigió hasta el aparcamiento de Mendizorroza, donde el equipo se despidió.
lechazo y ensalada en milagros Mientras tanto a esa hora, el resto del alavesismo o bien dormía aún la fiesta del día anterior -muchos autobuses regresaron a la capital alavesa después del partido- o se encontraba inmerso en plena operación retorno, con escalas estratégicas en enclaves como Boceguillas, Landa y, especialmente, Milagros, donde muchos aficionados se dieron un merecido homenaje a base de morcilla con chorizo y pimientos y un lechazo al horno de leña con ensalada de lechuga y cebolleta que corrió como la pólvora a través del whastup. Por eso al filo de las dos de la tarde, el restaurante ya no daba a basto.