Madrid ? Un mar de lágrimas que el alavesismo al completo derramó desde el césped hasta el último asiento del Fondo Norte del Vicente Calderón en el que El Glorioso pudo reinar sirvió para finiquitar la legendaria historia de este estadio y también supuso el jarro de agua fría que propició el despertar de uno de los sueños más bonitos que nunca se han vivido en azul y blanco.Las ilusiones de un equipo, una afición, una ciudad y una provincia estaban puestas en un trofeo que enfiló viaje de regreso a Barcelona por vigésima novena vez. Una más para los culés, simplemente. Alegría, pero sin excesos. Ni comparación con lo que podía haber sido la fiesta en albiazul de un alavesismo que ahora pasará un tiempo preguntándose cuándo volverá a tener de nuevo la oportunidad de rozar un título con la yema de los dedos, aunque recordará a este equipo con orgullo por caer con honor. Tras las lágrimas, enseguida se oyeron los ánimos redoblados de una afición identificada con ese equipo y que juntos nunca se han rendido. Ya sucedió después de Dortmund, un hito que nadie esperaba repetir. Menos aún teniendo en cuenta que la gloria fue efímera, seguida de un descenso en picado hacia el fondo del abismo. Ni siquiera el más optimista hubiera pronosticado hace poco más de un lustro que poco después este club se iba a plantar de nuevo en una final. Y ahí estuvo ayer, potente otra vez, el Alavés. Jugadores y afición lloraron unidos, maldiciendo la gran oportunidad perdida. Pero, a su vez, afloró el orgullo de haber asistido a un episodio histórico que nada tiene que ver con otros que terminaron con decepción y tragedia. Porque, corriendo el tiempo, quedará el recuerdo de un equipo que rozó la gloria. Y la certeza de que, en esta línea, llegará el día en que un alavesista alce al cielo un trofeo de campeón.Se dice que para ganar finales antes hay que haberlas perdido porque esa experiencia se mete en la mochila y sirve para episodios siguientes. Al Alavés se le notó demasiado que le faltan partidos de este tipo, ya que nunca llegó a verse cómodo. Y, pese a ello, durante casi toda la primera parte fue capaz de plantarle cara a todo un Barcelona. O, mejor dicho, a todo un Leo Messi. Cinco minutos suyos con la camiseta albiazul hubiesen decantado el título del lado vitoriano. Eso o haber sabido mantener el 1-1 cuando el partido enfilaba el descanso y quedó roto en apenas dos minutos con los goles en el 45 y el 48 del añadido de Neymar y Alcácer. Ahí estuvo gran parte de la final.cerrar y salir Pellegrino le dio la enésima vuelta de tuerca a su equipo para dibujar tres grandes novedades. Recuperó el 5-4-1 y, además, lo hizo apostando por Vigaray como tercer central en una demarcación en la que solo había jugado en una ocasión en toda la temporada ?en la última jornada liguera en Leganés y con defensa de cuatro?, además de recuperar a Edgar para la banda derecha, con la gran sorpresa de que un jugador indiscutible y sin apenas descanso como Camarasa se quedase de inicio en el banquillo, lo mismo que un Toquero habitual también por la derecha.El Barça salió fiel a su estilo de controlar la posesión, mientras que el Alavés renunció a la presión muy adelantada ?se utilizó en los saques de puerta de Cillessen? para situar peones en zonas estratégicas en el pasillo central para tratar de cortocircuitar el juego de pases. Todos juntos y con la idea clara de salir al galopen a la mínima ocasión, como bien hizo Femenía en una arrancada que terminó en saque de esquina. Más peligro tuvo la primera aproximación blaugrana, con una genialidad de Messi en forma de pase que Alba cabeceó cruzado. Un primer tanteo previo al parón que se produjo por la brecha en la cabeza que se abrió Mascherano en un encontronazo con Llorente, que sería determinante en el descuento del primer acto.Al habitual aceitado sistema defensivo albiazul le fallaba alguna pieza, descoordinaciones puntuales que facilitaban la apertura de pasillos. Si a eso se le unían errores en la salida tras recuperación, la sensación de dominio culé se incrementaba todavía más. Y, pese a ello, la primera ocasión clara la tuvo Ibai, tras robarle el balón a Piqué, disparar al palo y que el esférico se pasease por delante de la portería. Acto seguido, la figura de Pacheco se agigantaba por vez primera para frenar a Iniesta.A la siguiente ya no hubo solución, ya que Messi encontró el espacio en su posición favorita para ajustar el esférico al palo y poner el 1-0 a la media hora. El varapalo había sido durísimo, pero duró apenas segundos. En el Vicente Calderón, donde siempre soñó con vestir de rojiblanco y ya no lo hará, Theo se sacó un cañonazo de falta directa a la escuadra para que el Fondo Norte estallase con el empate.tres minutos letales Cuando todo hacía indicar que las tablas presidirían el descanso, el Alavés se descosió y el Barça aprovechó para hacerle un roto. A un rival de tal calidad no se le puede dar nada y los albiazules estuvieron demasiado contemplativos a la hora de cerrar espacios. Neymar marcaba el 2-1 en el 45 y Alcácer hacía el 3-1 en el tercer minuto del descuento.Al equipo le tocaba demostrar que El Glorioso nunca se rinde y nada más arrancar el segundo acto tuvo Ibai otra falta directa que se le fue alta. El primer aviso de la avalancha que llegaría en el último cuarto, con el equipo volcado en el área y acumulando ya ocasiones claras y un gol anulado a Deyverson. Ahí se esfumaron las opciones de un equipo que se vio también derrotado en el plano físico, con varios jugadores incapaces ya de sostenerse en pie. Tres minutos trágicos echaron por tierra el sueño de miles de personas, pero este Alavés fue capaz de cerrar el curso con honor, incluso también en la más dura derrota. l