era un niño de Vitoria como cualquier otro. Si me apuras hasta diferente, porque el fútbol me entretenía pero no me apasionaba. Mis amigos lucían camisetas del Barça y del Madrid y alguno hablaba del Alavés pero como algo lejano. Hasta que un domingo, puse Radio Vitoria y desde entonces, escuchar al Alavés cada semana se convirtió en un ritual.

Me peleé con mi padre hasta que nos hicimos socios, aunque al poco fue mi abuelo (gallego él) el que se hizo del Alavés a base de sufrir conmigo cada fin de semana en Mendizorroza. Pero aquella temporada 2000-01 nos la comimos entera. ¡Qué frío pasamos viendo al Gaziantespor, al Lillestrom, al Rosenborg?! El 16 de mayo vi la final en Vitoria con miles de alavesistas porque mi padre no me dejó ir a Dortmund. Me costó, pero le perdoné. Cómo lloramos ? Al día siguiente, muchos decían “no volveremos a estar tan cerca”. Y a partir de ahí, la Segunda, la Segunda B? El ostracismo.

Y ahora aquí estamos haciendo más grande nuestra historia. La Copa del Rey. El Barça. El último partido del Calderón. Y como a vosotros, me vuelven a la mente todos aquellos recuerdos de 2001. Y como vosotros, me acuerdo de los que no pensaban estar tan cerca de la gloria otra vez. ¿Y por qué ésta vez no? Siento que la ilusión sigue tan intacta como la teníamos con aquella UEFA.

Y me acuerdo de los que disfrutarían con estar en Madrid el sábado. De mi abuelo, que la verá seguro por la televisión en Galicia. O de Pruden, socio y alavesista de corazón, tío de mi amigo Aitor al que la vida le privó hace unos meses de sonreír con todo esto. Y de todos los que alguna vez hemos tenido que defender que somos del Alavés y de nadie más. Pase lo que pase, ganemos o perdamos, esto va por todos vosotros, por seguir creyendo, por mantener vivo ese sentimiento albiazul con el que crecimos tantos y tantos niños que ahora no lo somos tanto. Va por vosotros.