Vitoria - Vino a decir hace meses Luis Enrique en una de sus siempre tensas ruedas de prensa que esta temporada disponía de la mejor plantilla en su trienio al frente del Barcelona. Visto lo visto, seguro que el técnico asturiano se arrepiente en su foro interno de aquella aseveración tras comprobar el desarrollo de una temporada en la que, si al cuadro catalán se le han escapado la Liga y la Champions, ha sido básicamente por su inexistente fondo de armario. Las derrotas culés más dolorosas en el torneo doméstico -léase La Rosaleda, Riazor o el Alavés en el Camp Nou- siempre han coincidido con la presencia de bastantes suplentes sobre el césped, lo que ha agudizado la necesidad de tirar de un once inicial que la afición blaugrana puede recitar de carrerilla.

Ante la certeza de que algunos titulares podían acomodarse en su puesto y el enorme trajín tanto físico como mental de la temporada que se avecinaba, el Barcelona invirtió el pasado verano 123 millones de euros para aumentar las alternativas de una plantilla bastante corta en comparación con otros rivales. Pues bien, a excepción del fornido defensa francés Samuel Umtiti, la única cara nueva que se ha asentado con regularidad en el equipo tipo de Luis Enrique, las restantes adquisiciones han pasado con más pena que gloria. No han metido presión a la vieja guardia y, para sonrojo de la dirección deportiva, han dado el cante en partidos de guante blanco que han costado puntos de oro al rival albiazul en la final copera.

En la portería, Jasper Cillessen costó 13 millones para ser la sombra de un Ter Stegen al que la marcha de Claudio Bravo al City suponía el final de su pesadilla. El holandés es el portero de la Copa, donde no ha dejado actuaciones deslumbrantes. En el lateral zurdo llegó Lucas Digne para tratar de hacer sombra a Jordi Alba, el dueño de ese carril desde tiempos inmemoriales. El francés, por el que se abonaron 17 millones al PSG, ha resultado un fiasco.

alcácer y gomes El Barcelona también hizo efectiva por 3,5 millones la opción de compra por Denis Suárez, un polivalente centrocampista que venía de cuajar dos grandes campañas en el Sevilla y el Villarreal. Sin embargo, el gallego no ha despuntado como se esperaba pese a las reiteradas ausencias por lesión de Iniesta o las suplencias habituales de Rakitic en distintos tramos del curso. Rafinha, el ojito derecho de Luis Enrique, le ha relegado casi siempre a un segundo plano.

Desencantos, sin embargo, nada comparables con los decepcionantes Paco Alcácer y André Gomes. Ambos futbolistas, llegados del Valencia por una fortísima suma de dinero -por el delantero se pagaron 30 kilos y por el portugués 35 que pueden llegar a ser 75 en función de distintos variables-, han colmado la paciencia del aficionado culé con un rendimiento ínfimo. El luso, al que el preparador asturiano ha concedido un sinfín de oportunidades, se ha convertido en el blanco de todas las críticas de una afición blaugrana, hastiada de su frialdad y falta de ADN para vestir esa camiseta.

El delantero valenciano, siempre a la sombra del tridente y con el rol más ingrato de todos, fue objeto de todo tipo de mofas hasta que convirtió su primer tanto con el Barcelona. En la segunda parte de la campaña, dispuso de más minutos sin llegar a responder a las expectativas creadas a su alrededor. La sanción que pesa sobre Luis Suárez se traducirá este sábado en su presencia en el once inicial junto a Messi y Neymar. Muchos ojos estarán depositados en su actuación, aunque haga lo que haga ante el Alavés no habrá ningún aficionado del Barcelona que no eche de menos la mastodóntica figura del gladiador charrúa.