según el legendario entrenador de baloncesto John Wooden, el éxito, es intentar hacer todo lo que uno puede para conseguir el objetivo. Y eso, como aficionados, es lo que pedimos a nuestros jugadores. Y sabemos que lo van a hacer. Por tanto, que no nos subestimen, que los alaveses somos capaces de mucho.

Para mí el éxito de un equipo de fútbol, no radica en cuántos títulos conquista, eso suele ser una consecuencia, sobre todo si tienes potencial. Para mí es más importante que el aficionado se sienta representado en el campo por su equipo, que tenga ganas de que llegue el partido del domingo y que, gane o pierda, se vaya a casa con su hijo/a orgulloso de ser de este equipo. Que el niño/a pida para el Olentzero la camiseta del Alavés y no la de otro equipo. Cuando pasa todo esto es que se está consiguiendo el éxito.

Si a esto le sumamos tardes mágicas como la de la remontada a la Real Sociedad, la salvación en Jaén, Dortmund, o ahora la final de Copa... Pues es que somos la hostia y nos hemos ganado a pulso la licencia para soñar. ¡Vamos a final por década en este siglo! Ya sobre el césped, Pellegrino, a mi entender, fue muy inteligente en el partido en Mendizorroza contra el Barça. Sabía que si les volvíamos a ganar, la final iba a ser aún más complicada.

Yo, como muchos de mi generación, fui un seguidor incondicional de Will Smith en El Príncipe de Bel-Air. Pues bien, ¿os acordáis del capítulo en el que el tío Phil, se hace el tonto como si no supiera jugar al billar, y luego soltó la mítica frase de Geoffrey, ábreme a Lucille y acaba ganando la partida y recuperando aún más dinero? Pues eso: Mauricio, ábrenos a Lucille.