una utopía convertida en realidad. Eso significa ser futbolista profesional para Martín Mantovani (San Miguel, Argentina, 7-VII-1984), el central que capitanea al Leganés y que liderará a sus compañeros este sábado en Butarque ante el Deportivo Alavés. El defensa pepinero, a sus 32 años, saborea por primera vez en su carrera una Primera División de la que no quiere despedirse tras el tedioso y singular camino recorrido a lo largo de una intensa y sacrificada carrera. No en vano, la élite del fútbol estatal ha conocido al argentino después de que este hiciera todo lo posible por acudir a su encuentro. La vida, lejos de regalarle sonrisas y facilidades, no ha hecho sino poner a prueba a un hombre decidido a cumplir su sueño costara lo que costara.

El primer paso para que tan complicado reto fuera posible se hizo realidad gracias a su compatriota Juan Eduardo Esnáider, exdelantero de equipos como Real Madrid, Zaragoza, Atlético o Juventus, entre otros. Fue él quien le consiguió una prueba en el filial del equipo colchonero en 2006, año en el que ambos militaron en Cadetes de San Martín, club de Mar de Plata en el que Esnáider daba sus últimos coletazos mientras Mantovani, a sus 22 años, se debatía entre el sueño de ser futbolista profesional y la necesidad de alejarse del fútbol para encontrar un trabajo. Su sueldo como jugador, de 200 euros al mes, unido a la dificultad para prosperar le tenía sumido en un mar de dudas, pero todo cambió cuando viajó hasta Italia para conseguir la doble nacionalidad italo-argentina que le requería el Atlético tras una primera prueba fallida en el club del Manzanares y un acercamiento previo al Villarreal que tampoco prosperó.

Fue durante ese desplazamiento hasta territorio italiano cuando el argentino experimentó uno de los pasajes más singulares y complicados de su vida. Sucedió horas antes de volar de regreso a Madrid con los trámites ya realizados. Mantovani, en la búsqueda de su sueño, se vio abocado a dormir una noche entre vagabundos, aunque no lo supo hasta que se despertó poco después de cerrar los ojos. “Cuando los abrí tenía a un centenar de personas alrededor. Me cagué vivo y para disimular y que no me robaran lo poco que tenía me eché varios cartones por encima”, desvelaría años después. Lo que motivó tal suceso fue que su estancia en un hotel italiano había tocado a su fin y, decidido a no pagar más dada su escasa economía, se echó a dormir en una estación de tren para pasar así las últimas horas previas a su vuelo hacia la capital de España, donde vio la luz una vez el Atlético aceptó su candidatura para unirse a las filas del tercer equipo madrileño.

Arrancó entonces una nueva etapa repleta de ilusión para el defensa argentino, que alternó su estancia en el Atlético C con esporádicas apariciones con el primer filial colchonero tras firmar su contrato en 2008 por 600 euros mensuales.

Cuatro años después, una vez finalizado su vínculo con el club, Mantovani recibió una oferta procedente de Rumanía para alistarse en el Tirgu Mures, un recién ascendido a Primera que se convirtió en otra pesadilla para el argentino, a quien al igual que a otros tres compañeros españoles le rescindieron el contrato al poco de llegar sin darles la casa ni el dinero que les habían prometido de antemano.

impulso en segunda b Fue en la categoría de bronce del fútbol estatal donde Mantovani halló por fin el escenario ideal para relanzar su carrera. Jugó en la Cultural Leonesa, el Atlético Baleares y el Oviedo, de donde salió en enero de 2013 en calidad de cedido con destino al Leganés, también en Segunda B entonces. Logró el ascenso con el conjunto pepinero y, por tanto, se estrenó como profesional en Segunda con 28 años, consiguiendo la pasada temporada ser una pieza fundamental en el histórico ascenso del Leganés a Primera División.

Capitán del cuadro pepinero, Mantovani asoma como un líder natural a ojos de sus compañeros, a los que une en un círculo antes de los partidos para dar una charla motivadora. Este fin de semana, en el estadio de Butarque volverá a guiar al Leganés con su experiencia como aval para superar al Glorioso.