Mauricio Pellegrino evidenció ayer que la labor de un buen entrenador es un compendio de muchos factores y que uno clave en el manejo de un vestuario es la mano izquierda del entrenador y su capacidad para que el mayor número de jugadores que sea posible se encuentren cómodos con su situación. Es de todos sabido que los futbolistas son egoístas y que quieren disputar todos los minutos, pero eso es una cuestión imposible. Pero un equipo va mucho más allá que la quincena de hombres que habitualmente suelen repartirse los momentos importantes y El Flaco ha destacado reiteradamente en sus comparecencias públicas el buen trabajo de todos sus pupilos en los entrenamientos. Por eso, ayer de nuevo decidió que era el momento de premiar a esa segunda unidad que menos oportunidades ha tenido a lo largo del curso y compuso un once titular completamente novedoso en la visita al Betis.

En el aspecto de la compenetración del grupo y el rendimiento de los jugadores que han tenido que salir al campo a cubrir los huecos de los más habituales, la temporada ha sido muy positiva. Durante la primera parte del curso, hasta el parón navideño, las rotaciones en la alineación titular fueron una constante; en enero y febrero, con la Copa, todos los futbolistas albiazules fueron alternándose y disfrutando de minutos entre las dos competiciones; y en este último tramo, con las ideas ya completamente asentadas, el preparador alavesista ha aprovechado las semanas de triples esfuerzos y las ausencias puntuales de algunos titulares para ir repartiendo minutos y que casi nadie se haya sentido, dentro de lo que cabe, descolgado del resto del grupo.

Mención especial ayer para un Adrián Ortolá al que le tocó ocupar el puesto de Fernando Pacheco en la portería. Se trataba de la única posición no sometida a rotación en la competición liguera y la única titularidad del alicantino, en la visita al Athletic, vino determinada por unas molestias musculares del extremeño. El guardameta cedido por el Barcelona también perdió el protagonismo en la Copa cuando se disputó la semifinal contra el Celta, pero Pellegrino quiso premiar su buen trabajo -y el de todos los compañeros de este vestuario en el que se respira camaradería- con la titularidad en la visita al Benito Villamarín, donde el técnico mostró su enorme alegría con los goles de los menos habituales.