Vitoria - Se ha desvanecido la incógnita que revoloteaba sobre la reluciente calva de Zinedine Zidane cuando Florentino Pérez consumó su maniobra de largo alcance y le puso a dirigir la plantilla del Real Madrid. Del marsellés se conocía su grandeza como futbolista, pero su crédito llegaba hasta ahí. Asumió el cargo con una experiencia breve y discreta, por no decir directamente que negativa de su paso por el filial blanco. Antes, ejerció de ayudante de Carlo Ancelotti, por espacio de una campaña, pero su presidente le reservaba el destino actual, lo tenía claro, aunque actuó con cierto tiento a la espera de que se diese el contexto ideal para consumar la jugada. Florentino le fue colocando en la parrilla de salida con nombramientos que más parecían inspirados en el culto a la personalidad, práctica fomentada a conciencia precisamente por él y para sí mismo.

En 2009 asomó como asesor presidencial, así fue reclutado para la causa, habían transcurrido tres años desde su retirada como futbolista; luego, al verano siguiente, Zidane se convirtió en director de fútbol del primer equipo, puesto inexistente hasta la fecha, creado tras el despido de Jorge Valdano. Fue en la campaña 2013-14 cuando por fin Zidane bajó al vestuario del Santiago Bernabéu, a la sombra de Ancelotti, para luego disponer de otra temporada de fogueo con los chavalitos de la cantera. El proceso de aprendizaje de cara a la asunción de su actual responsabilidad estaba lanzado, pero por razones que solo Florentino Pérez domina llegó la desconcertante destitución del italiano y sin embargo el turno de Zidane corrió porque optó por Rafa Benítez. La vuelta a los orígenes del madrileño, dueño de un extenso currículum labrado en tres de las más potentes ligas del continente, no funcionó. Su minuciosa metodología chocó con los egos del grupo y pronto estuvo en el disparadero.

Un 0-4 ante el Barcelona colmó el vaso de la paciencia y el 4 de enero de 2016 Zidane era presentado como el relevo de un Benítez maltratado por la totalidad de los estamentos del club, presidente incluido, por supuesto. En aquel acto al que acudió con su familia al completo, frente al rostro circunspecto de Florentino asomó levemente la sonrisa de Zidane. Con el tiempo se ha confirmado que es una de las armas más contundentes del galo, a juzgar por la frecuencia con que muestra su perfecta dentadura.

CON BUENA CARA Quienes han convivido con Zidane sostienen que sonreír es el recurso que pretende, sin lograrlo, disimular una marcada timidez. Sea como fuere, resulta agradable comprobar que alguien que gestiona un volcán es capaz de poner buena cara a cuanto sucede a su alrededor. Lo cierto es que le avalan los resultados. Con motivo de su primer año en el puesto, el balance frustraba todo debate sobre su legitimidad al frente del Madrid: 40 victorias, once empates y solo dos derrotas, registro que se traducía en la consecución de tres títulos, la Champions, la Supercopa de Europa y el Mundial de Clubes. La Liga se le escapó por un punto.

No cabe duda que el carisma de Zidane es clave en su cometido. Lo resaltan sus jugadores, es asimismo un factor reconocido por la prensa y por supuesto que fue el factor que impulsó a Florentino Pérez a entregarle la batuta. Así, pues, carisma, timidez, éxito y suerte serían los mimbres principales en su incipiente carrera como entrenador de elite. Suerte por arrobas, según sus detractores, que los hay y subrayan los ajustados desenlaces que desembocaron en los trofeos conquistados: tanda de penaltis ante el Atlético de Madrid y sendas prórrogas ante Sevilla y Kashima Antlers.

Lo del carisma se podría sustituir por respeto reverencial del entorno merengue, grada y prensa. Ello explicaría por ejemplo que tras un comienzo dubitativo, con varios enojosos empates y una derrota en el derbi con los colchoneros mientras el Barça se pavoneaba en el liderato, nadie rechistara ante el giro que dio Zidane situando a Casemiro como medio de contención al lado de Modric y Kroos. Una medida plenamente justificada desde una perspectiva táctica, tendente a compensar las alegrías que el equipo no podía permitirse en defensa con la alineación políticamente correcta de la BBC (Bale, Benzema, Cristiano). Isco y James perdieron el sitio en detrimento del rudo brasileño. No pasó nada, pero unos meses antes a Benítez le machacaron por hacer exactamente lo mismo. Evidentemente, este no fue el príncipe de Los Galácticos (Figo, Beckham, Ronaldo), ni campeón del mundo y de Europa con Francia, ni el hombre que dibujó una volea inverosímil frente al Bayer Leverkusen que significó la novena Champions para el Madrid.

rotaciones Ha habido otras iniciativas originales por parte de Zidane, como incluir a Cristiano en las rotaciones que introduce con absoluta naturalidad y que en algún instante han merecido cierta contestación. Pero en líneas generales, su figura permanece a salvo de críticas o insinuaciones malintencionadas. Últimamente se ha escuchado algún reproche con sordina o se ha preferido darle la vuelta a lo que a todas luces está siendo una fase más floja de juego y de resultados, poniendo el acento en la estética y el oportunismo de los cabezazos de Sergio Ramos. El rol de bombero que con orgullo acapara el andaluz no deja de ser un síntoma de los problemas por los que atraviesa el Madrid, pero acaso sea algo pasajero. No existe equipo libre de altibajos y sigue encabezando la clasificación liguera y está en cuartos de la Champions. A Zidane le va bien y aspira seguir sonriendo.