granada - Durante prácticamente una hora de juego sobre el césped del Nuevo Los Cármenes, el Deportivo Alavés protagonizó un naufragio que apenas tiene precedentes en lo que va de campaña. Menos aún ante un equipo con la costuras tan sueltas como un Granada que tembló de lo lindo durante media hora final en la que El Glorioso bien pudo de sobra haber subsanado todos sus desmanes anteriores, que no fueron pocos. Poco más de media hora fue suficiente para arrollar al equipo de Lucas Alcaraz, acumular ocasiones de sobra como para marcar varias veces y, sobre todo, dejar la sensación de que con haber mantenido la línea de compromisos precedentes hubiera sido más que suficiente para sacar otros tres puntos más en un desplazamiento. El sueño europeo del alavesismo a través de la clasificación liguera -la opción copera seguirá abierta hasta la final- recibió ayer un mazazo muy serio por el incomprensible naufragio que sufrió el equipo de Mauricio Pellegrino, irreconocible durante prácticamente una hora.
Planteó el argentino un once dominado por las novedades. Excesivas a la postre, aunque siempre es sencillo juzgar viendo el resultado. Eso sí, lo innegable es que el equipo echó muchísimo de menos a ese bastión en el centro del campo que componen Llorente y Manu García, dos futbolistas que imprimen el sello del estilo y el carácter al colectivo.
Sin dominio en el eje del campo y sin ser capaz de imponer un nivel de presión asfixiante, el Alavés concedió muchísimas oportunidades a un rival que se fue creciendo ante tan inesperadas facilidades. La resistencia duró lo que aguantó el aura de divinidad que rodea a Pacheco. Tuvieron que inventarse Wakaso y Cuenca dos golazos -ante una tibieza defensiva exasperante- desde la frontal para superar al extremeño y poner el 2-0.
Parecía el partido resuelto, pero el Alavés fue capaz, mediante Camarasa, de recortar distancias en su primera aproximación tras el segundo tanto local. Quedaba más de media hora de juego por delante y el Granada comenzó a consumirse en sus propios nervios. Es lo que tiene estar hundido en el hoyo, que el más mínimo vaivén se convierte en absoluta tempestad que amenaza llevarse todo por delante.
Tuvo el cuadro albiazul ocasiones de sobra para empatar. Incluso a Camarasa le anularon un segundo gol en posición legal al romper Vezo el fuera de juego con el que fue castigado. El valenciano se convertía en un diablo en el área, mientras que Romero asumía los mandos de la nave. Si entonces se podía hacer sufrir al Granada, lo inexplicable era todo lo ocurrido anteriormente, cuando se vio aun Alavés timorato, sin rumbo y que acabó naufragando por su propia impericia, algo sorprendente con sus precedentes.