Vitoria - Al Deportivo Alavés no se le puede negar el esfuerzo del que se sabe un obrero que tiene que vestirse el buzo todos los días y poner sobre la mesa una capacidad de trabajo encomiable para tratar de ganar. Es El Glorioso un equipo de pico y pala al que nada se le puede negar en cuanto a sacrificio. Pero en una competición como la Primera División, esa cualidad no es suficiente. La diferencia la marcan los artistas y este grupo que comanda Mauricio Pellegrino no va sobrado de ellos. De ahí sus enormes problemas de cara a las porterías rivales. En el área, la calidad marca la diferencia. Y quien anda escaso pena por ello. La línea entre el acierto y el fallo es finísima, pero la diferencia resulta abismal. Ayer, de nuevo después de un partido de brocha gorda en el que Manu García hubo de tirar de casta y arrancadas desde atrás para firmar las mejores ocasiones, fueron dos artistas, Ibai Gómez y Aleksandar Katai, los que se dibujaron sendas definiciones geniales para darle la vuelta al marcador y firmar la tercera victoria en Mendizorroza.
El bilbaíno, que consiguió su tercer tanto en Liga -son ya cinco con los dos de Copa- y el primer en el estadio del Paseo de Cervantes, evidenció de nuevo que en su pie derecho tiene un guante. No es un jugador que aparezca demasiado o tenga regularidad en su juego, pero cuando agarra el balón en las proximidades del área y consigue posicionarse para buscar el disparo con su piernas es una amenaza máxima.
Ya con el 0-1 en el marcador, Ibai controló un desplazamiento en largo de Laguardia. Con una carrera en diagonal partiendo desde la banda y buscando el centro, bajó el esférico, se lo acomodó hacia su pierna diestra y sacó un disparo cruzado hacia su izquierda que provocó que la estirada de Alves fuese inútil. Una nueva exhibición de la pegada del de Santutxu, uno de los mayores especialistas de la competición en el golpeo.
Con Rubén Sobrino y Óscar Romero dejando también sus pinceladas de clase en punta tras haber entrado desde el banquillo, el tercer cambio dio paso al jugador que acabaría convirtiéndose en héroe: Katai. El serbio había evidenciado ya que tiene clase a espuertas, tanta como frialdad. La combinación de esos dos aspectos dio de sí ayer para un gol de antología. Apenas llevaba unos segundos sobre el césped cuando, tras una conexión entre Llorente y Sobrino, Katai se desmarcó para recibir el pase en profundidad del punta de Daimiel. Ahí vino el momento mágico. Sin necesidad de tocar el balón -tampoco lo había hecho hasta entonces-, realizó un amago con el cuerpo, una finta que dejó a Alves sentado y superado. El serbio contactó con el esférico por primera vez para alojarlo en el fondo de la red cuando Mendizorroza todavía estaba ojiplático ante semejante obra de arte, propia de un genio.