Esta vez el cuento terminó con un final feliz. Imprevisto, pero feliz. Tremendamente feliz. Porque después de tres días de búsqueda infructuosa, el joven aficionado Oier Hornás, de ocho años y seguidor acérrimo del Deportivo Alavés, pudo respirar. Y de paso dormir. Porque como reconocía ayer su padre Alberto a DIARIO DE NOTICIAS DE ALAVA: “El crío se ha pasado unos días que no veas a cuenta de dónde estaba la dichosa bufanda...”. Los hechos de esta pequeña historia que no hacen sino engrandecer el fútbol se remontan al pasado fin de semana, en concreto al sábado, en las horas previas al duelo entre el Deportivo Alavés y el Barça. Oier y su padre se desplazaron con tiempo hasta Mendizorroza para presenciar la llegada de los autobuses de ambos equipos. El joven aficionado se preparó para la ocasión con una gran bandera albiazul y su inseparable bufanda. Un regalo de su abuelo Luis que acumula 20 años de antigüedad y que llevaba su nombre cosido a mano además de la firma de un jugador del equipo. Las dos escuadras cruzaron el portón que da acceso a los vestuarios al filo de las 14.30 y a partir de ahí, reconoce el padre, se pierde el rastro de la bufanda.
Para cuando el crío se dio cuenta, ya en casa mientras comía antes de regresar al campo (el partido ese día comenzaba a las 16.15), ya era demasiado tarde. Y el berrinche, inevitable. Hasta el punto que ni el saco de goles que el Barça le endosó después al equipo de Pellegrino afectó lo más mínimo al joven. Su pesar procedía esta vez de un motivo bien distinto.
En vista del cariz que en casa iba tomando el asunto, con Oier preguntando cada dos por tres por la prenda perdida y cada vez más agobiado, sus padres decidieron sin mucho convencimiento acudir a las redes sociales para divulgar la historia y, de paso, solicitar ayuda. Este periódico, que en su edición del pasado domingo, publicó precisamente la foto de Oier con su bandera y su bufanda en la zona de Cervantes mientras animaba a los dos equipos, se hizo eco también del llamamiento, con la buena suerte de que al día siguiente, a través de Facebook, se pudo contactar con la persona que la encontró a través de su pareja, que es quien realmente vio el anuncio en esta red social. “Así fue como me enteré de la historia. Mi chica vio el anuncio de la bufanda en su muro de Facebook y vio que tal vez podría ser la misma bufanda que el sábado me encontré en el garaje de casa”, recuerda David Valdo, el inesperado héroe para Oier que, curiosamente, también vive en Abetxuko.
un revuelo inesperado “No vivimos en el mismo bloque de viviendas pero sí compartimos garaje, que es donde el sábado encontré tirada la bufanda. En lugar de dejarla allí me la llevé porque supuse que a alguien se le había caído y que pondría alguna nota o similar. Pero lo que no me esperaba es que se iba a mostrar este revuelo...”, recordaba ayer aún sorprendido. Cuatro días después de la desaparición y con el mítico bar Riff de Abetxuko como testigo, Oier recuperó su bufanda de la mano de David. Los ojos del crío brillaron entonces de manera especial, como cuando presencia un gol del Glorioso en Mendi. Consciente del tesoro recuperado, se giró hacia el abuelo con guiño cómplice y se anudó la bufanda como nunca antes había hecho. “Abuelo, nunca más la volveré a perder”, vino a decir el pequeño.