0-1, minuto 37: Suárez. Jugada combinativa que acaba con centro de Vidal desde la derecha que empalma el uruguayo entrando desde atrás.
0-2, minuto 40: Neymar. Pacheco no acierta a despejar ante Suárez y el balón le cae muerto a Neymar, que marca a placer. 0-3, minuto 59: Messi. Vigaray se equivoca, le regala el balón a Messi y el argentino le cuelta el balón entre las piernas a Pacheco. 0-4, minuto 63: Alexis, en propia puerta. Internada de Messi que tratan de frenar entre Theo y Alexis y el balón rebotado en el andaluz acaba colándose en la portería albiazul. 0-5, minuto 65: Rakitic. Nuevo contragolpe barcelonista que culmina el croata con un disparo a la escuadra. 0-6, minuto 67: Suárez. Otra contra visitante, Pacheco salva el primer disparo de Messi pero Suárez remacha.
Amonestó a Umtiti (minuto 6), Busquets (minuto 59), Rakitic (minuto 61) y Laguardia (minuto 93).
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Sin identidad. El Alavés fue ayer un equipo que en nada se pareció a sí mismo. La razón hay que encontrarle en la magnitud del rival, unas rotaciones lógicas que fueron muy dañinas y también unos errores impropios en un conjunto que cometió ante el Barcelona casi más fallos que en toda la temporada entera. Duele el calibre de la derrota, pero lo importante de verdad es que no pase factura.
Vitoria - El Deportivo Alavés tenía ayer la obligación de afrontar uno de los compromisos más complicados de la temporada con unos argumentos futbolísticos que no eran los idóneos por el esfuerzo realizado para conseguir el billete para la final de la Copa del Rey. A esa falta de jugadores determinantes en el estilo de juego de equipo se unieron concesiones muy claras. Y, para rematar, ya en desventaja clara en el marcador el equipo realizó un ejercicio de suicidio colectivo. De todo ello sacó provecho un Barcelona que acabó goleando a placer y firmando un resultado que emborrona la trayectoria de un Glorioso que tiene que regresar de inmediato a su senda.
Tras el enorme esfuerzo del pasado miércoles, Pellegrino optó de nuevo por aplicar rotaciones a una alineación en la que cambió hasta siete piezas con respecto al duelo ante el Celta. Había que refrescar piernas, aunque ello supusiese una rémora demasiado importante ante un rival del calibre del que había en frente. Tal y como se vería después, la configuración de los hombres de punta era la peor posible para tratar de ahogar a un rival que, salvo en el arranque, estuvo demasiado cómodo. Que esas figuras que atesoran una gran calidad no sean las habituales es fácil de entender cuando una de las claves de este Alavés es convertir cada encuentro en una batalla física en la que presión y esfuerzo son cuestiones del todo innegociables.
La primera acción del partido fue un espejismo teniendo en cuenta lo que vino después. Como si se tratase de una extensión del frenético encuentro del pasado miércoles, los albiazules salieron a morder en la con una presión adelantada tratando de recuperar en primera línea en el juego entre Ter Stegen y los centrales Umtiti y Mathieu. Apretar y replegarse cuando el rival sacaba el balón, poniendo todas las trabas posibles en la frontal del área.
Viendo que no sufría y que sin balón el Barça le apretaba lo justo, incluso se puso el Alavés exquisito con el esférico regalando incluso algunas combinaciones preciosistas y con Llorente creciéndose en el eje del campo. Eso sí, sin llegar a generar ocasión alguna con un juego que no es el de este equipo y en el que sobró mucha floritura.
De nuevo cogió el cuadro de Luis Enrique la manija y echó de menos Pellegrino a su caballería. Los Santos, Katai, Sobrino y Krsticic están dotados de mucha calidad, pero no tienen el potencial físico de los Deyverson, Toquero o Camarasa. No se apretó arriba, se fueron dando cada vez más pasos hacia atrás y el equipo acabó encerrado en el área propia, sin posibilidad alguna de lanzar un contragolpe y con Ter Stegen acercándose al centro del campo, desde donde aún veía muy lejos el balón.
Demasiada acumulación de jugadores en un espacio reducidísimo. La única ventaja, que entre tanta pierna colar un balón era prácticamente imposible al convertirse en frontón la maraña de futbolistas.
Se empezaba a desesperar el Barça cuando El Glorioso encontró su primera ocasión. Cual caballo desbocado, Theo se recorrió todo el campo hasta plantarse ante Ter Stegen, que le adivinó las intenciones y sacó una mano salvadora. La misma que acto seguido estiró Pacheco ante la llegada de Andre Gomes.
Tras esos dos chispazos, se metió de nuevo el duelo en la dinámica que llevaba con anterioridad, recordando más a un partido de balonmano que a uno de fútbol. El Alavés, pertrechado en el balcón del área; el Barcelona, circulando el balón por esa misma zona sin dar sensación de excesivo peligro.
El problema es que una cosa son las sensaciones y otra bien diferente la realidad. Con la calidad que atesora Luis Enrique en su punta de ataque se puede dormir bastante tranquilo. En apenas tres minutos, del 37 al 40, los culés resolvían. Una defensa demasiado permisiva, un centro con suma comodidad de Vidal y Suárez abría el marcador. Casi de seguido, Neymar se aprovechaba de un fallo de Pacheco para encarrilar el triunfo.
En el segundo acto, con cambio al dibujo de tres centrales, se fue el Alavés como un loco a buscar ese gol que le metiese en el partido. Una cuestión que resolvió Messi al aprovechar un fallo de Vigaray. A partir de ahí, el equipo no supo interpretar el partido y jugar con mucha más cabeza, lo que le sirvió al Barcelona para encadenar cuatro tantos en ocho minutos a la contra y firmar un rotundo 0-6. Un resultado accidental del que hay que pasar página de inmediato.
El lateral izquierdo demostró que su potencial no tiene techo y fue el jugador del Alavés más peligroso. Con una sensacional cabalgada a punto estuvo de conseguir el 1-0.
Estilo perdido. La ausencia de jugadores determinantes en el estilo de juego alavesista, marcado por un enorme derroche físico, se pagó muy cara ante un Barcelona al que no se le puede poner en aprietos sin apretarle. El cuadro culé se mostró demasiado cómodo ante la nula presión de los puntas albiazules y se acabó recreando con una goleada.
A olvidar rápido. Las circunstancias en las que el equipo llegaba al partido de ayer propiciaban que el accidente en el marcador fuera lógico, por lo que hay que pasar página inmediatamente, olvidarse también de la Copa y centrarse en el Deportivo.
Con una intensidad propia de un partido entre jubilados, dejó una actuación para olvidar que le resta muchas de las ya de por sí pocas opciones que se le veían dentro del equipo.