Vitoria - Durante sus casi cien años de vida, el Deportivo Alavés ha ido coleccionando puñaladas. Grandes y dolorosas. Pese a pasear siempre con orgullo su sobrenombre de Glorioso, lo cierto es que a lo largo de su existencia ha habido bastantes más momentos para las lágrimas de tristeza que para las de alegría. Como consecuencia, presenta un cuerpo repleto de cicatrices al que de repente anoche sometió a una milagrosa operación de cirugía estética. El fútbol, que habitualmente le ha maltratado en exceso, le debía una a la escuadra de Mendizorroza y en la mágica velada de ayer, precisamente al resguardo del coliseo del Paseo de Cervantes, le devolvió algo de todo lo que le había estado robando durante más de nueve décadas.

Aunque desde luego sería más correcto decir que el plantel albiazul se lo arrancó de las manos al siempre caprichoso destino balompédico. Después de empatar a cero en Balaídos, el combinado de Pellegrino sabía que el sufrimiento iba a ser su compañero de viaje en el decisivo choque de vuelta en Vitoria. Y es que un gol de los celestes adquiría la condición de preciado tesoro debido al valor doble de las dianas logradas como visitante.

Pese a ello, la escuadra alavesista fue fiel a sí misma. Con el orden, la solidaridad y el sacrificio máximo que siempre le han caracterizado durante los mejores momentos de su historia, fue descontando segundos al cronómetro hasta, por fin, poder estallar de júbilo en el instante en el que el colegiado Mateu Lahoz decretó el cese definitivo de las hostilidades.

Entonces sí, El Glorioso pudo hacer honor a su nombre y disfrutar de haberse colado por primera vez en sus casi cien años de vida en una final de la Copa del Rey. A la quinta fue la vencida. En las cuatro anteriores se había quedado con la miel en los labios. Había rozado la clasificación con la yema de los dedos pero algún maldito detalle le había terminado alejando siempre de la posibilidad de pelear por llevar este gran trofeo a las vitrinas de Mendizorroza.

aquel gol de savio... La más reciente -y probablemente también la que más cerca estuvo de la final- fue hace trece años. Con el equipo en Segunda a los mandos de Pepe Mel, un gol del zaragocista Savio en el minuto 90 del encuentro de ida disputado en Vitoria (1-1) desequilibró la balanza, ya que en la vuelta ninguno pudo romper el 0-0 inicial. Antes, la inolvidable plantilla del curso 97-98 -que firmó el ascenso a Primera con Mané en el banquillo- se había estrellado contra el gran Mallorca de Cúper. Ya en la prehistoria albiazul se esconden las otras dos presencias en las semifinales del torneo del K.O., concretamente en las campañas 1939-40 y 1928-29. Ayer, por fin, logró dar un pasito más y colarse en la segunda final de un gran torneo en su vida. La primera, la de la UEFA de 2001 en Dortmund, provocó probablemente la mayor puñalada deportiva en toda la trayectoria del Glorioso. Ya es hora de sacársela. El Barça espera.