Vitoria - Los alavesistas vivieron durante todo el día de ayer con el gusanillo reconcomiéndoles el estómago. Hasta las nueve de la noche que empezaba el partido, había demasiadas horas por delante como para que la ilusión y los nervios propios de un día tan importante no dejasen pensar en otras cosas. Muchos de los que tenían que trabajar, seguramente no protagonizaron su jornada más productiva. La cabeza estaba en otro sitio. Es lógico para los seguidores de un Glorioso ni de lejos tiene la costumbre de plantarse en citas tan importantes. Un runrún constante en el cerebro, sin dejar ni un solo segundo en todo el día que lo que venía por la noche.
Hubo quien prefirió gastar un día de vacaciones y estirar al máximo los prolegómenos, aunque fueron los menos. De haberse jugado un partido de esta magnitud en fin de semana, el Casco Viejo hubiese hervido desde el mediodía hasta la noche. Eso sí, siempre hay valientes y algunas cuadrillas de amigos ascendieron hasta la parte antigua de Vitoria para tratar de aplacar el comecome entre la comida, el poteo reglamentario y esas conversaciones de barra de bar que incluyeron pronósticos, deseos y sueños.
Mediada la tarde, la entrada de Kutxi comenzó a teñirse de azul. Celeste, en este caso. Los vigueses más adelantados no perdieron ni un segundo en buscar la calle de referencia de la ciudad en lo que al alterne se refiere. Nunca camiñarás só, sentenciaba la pancarta que colgaron en una pared de la calle. Cantando a voz en grito la tradicional A Rianxeira, muy pronto los celtiñas recordaron la buena relación que les une con los alavesistas rememorando ese cántico que ha hermanado a las dos aficionados. “¡Y solo hay. Y solo hay. Y solo hay y solo hay. Y solo hay un Deportivo, el Deportivo Alavés!”, entonaron los gallegos, con los pocos albiazules que allí había haciéndoles los coros.
frío recibimiento Con la hora del partido cada vez más próxima, aficionados de uno y otro equipo se fueron acercando a Mendizorroza. Una riada celtiña invadió la Avenida de Gasteiz en un largo trayecto hacia el estadio, entonando por el camino todo el repertorio de canciones de ánimo a su equipo. Dentro de esos prolegómenos festivos, a la hora de llegada de los equipos se vivió el momento más triste. El Alavés, a través de sus redes sociales, había solicitado a sus aficionados que fuesen a recibir al equipo de manera masiva, igual que en otras ocasiones ante de un gran partido. Ya fue un fallo que la plantilla, como había hecho en ocasiones precedentes, no llegase unida y en autobús, sino de uno en uno y en coches particulares. Pero peor aún fue la escasa respuesta que tuvo el llamamiento de la entidad albiazul. El alma de la grada, Iraultza 1921, no estaba ahí y la frialdad fue evidente. Todo un referente del club como Manu García accedió andando entre la gente y pocos fueron los que le reconocieron. Nada comparado a recibimientos anteriores -el de Barakaldo es el más reciente en la memoria- o, sin ir más lejos, la acogida que hace apenas una semana tuvo el Celta en Balaídos. En este sentido, la afición celeste fue de nuevo ayer mucho más animosa en esa llegada con su equipo que la local. Por fortuna, cosas así no sirven de nada sobre el verde
El célebre calor del alavesismo, que en gran parte viene motivado por ese movimiento que se aglutina en el Fondo de Polideportivo y que es la envidia del todo el fútbol estatal, estaba a unos cuantos metros de distancia de Mendizorroza. Si habitualmente los bares del barrio de Ariznabarra hacen buena caja cada vez que juega el Alavés, ayer hicieron su particular agosto en pleno mes de febrero. Y es que los éxitos deportivos dan de comer a mucha gente con esas pasiones desatadas que propician las victorias.
A Jito no se le podía negar el olfato de gol cuando era futbolista. Y ese olfato para aprovechar las oportunidades se le puede aplicar sobradamente a su trayectoria como empresario hostelero en Vitoria. Elegir el bar Verode y reafirmarlo como templo del alavesismo es uno de sus mayores aciertos. Ahí estaba este nuevo vitoriano nacido en Barcelona despachando cañas detrás de la barra y ayudando a caldear el ambiente en los prolegómenos.
el calor, en mendizorroza Eso sí, por si los jugadores se habían quedado fríos tras el recibimiento, desde que saltaron al césped pudieron comprobar que no era apoyo lo que les iba a faltar ante una cita decisiva. Polideportivo estaba prácticamente lleno cuando a media hora del comienzo del partido el equipo salió a calentar. Los nervios quedaban definitivamente aparcados, llegaba el momento de desatar todas las grandes pasiones. En Mendizorroza sí que se notaba el calor.