Vitoria - La historia de un club se forja a base de momentos y el Deportivo Alavés está ante uno de los más importantes de sus 96 años de existencia. Pero, para alcanzar su actual momento de esplendor, antes se derramaron sangre, sudor y lágrimas. El actual proyecto albiazul tiene en sus manos convertirse en leyenda de la entidad, pero no estarían a las puertas de semejante hazaña si antes otros que hoy son héroes del alavesismo no hubiesen conseguido subir los escalones que han llevado al equipo a la situación que se encuentra en estos momentos. Dos de las figuras más relevantes que el Alavés ha tenido en los últimos años estaban al frente del banquillo. Natxo González y José Bordalás, que precisamente se cruzaron el domingo en Segunda División en el Reus-Getafe, comandaron las dos últimas hazañas de la entidad con el ascenso a Segunda División de 2013 de la mano del vitoriano y el retorno a Primera de 2016 con el alicantino a los mandos. Dos leyendas del Glorioso que en su día, entre otras muchas cosas, ganaron el partido decisivo para que Mendizorroza estallase de alegría. Lo mismo que Mauricio Pellegrino y su grupo aspiran a repetir ahora.
“Es el momento del Alavés”
Natxo González sacó al Alavés del infierno. Solo por eso, ya merece ser uno de los mejores entrenadores que ha tenido este club en su historia. El vitoriano asumió los mandos de un equipo que deportivamente era un desastre, construyó un proyecto basado en la seriedad y la solvencia, lo convirtió en el mejor de su grupo, lo consiguió devolver al fútbol profesional y, de regalo, hizo de él campeón de Segunda B. Sin decir nunca una palabra más alta que la otra y, como bien se demostraría meses después del ascenso, sin siquiera contar con el respaldo de sus superiores. Trabajo, trabajo y más trabajo. Hasta que el día 1 de junio de 2013 se consumó la gloria.
“Se generó una sensación de compromiso, de identificación con el club y la afición. Sabíamos lo importante que era el ascenso y esa fuerza del colectivo que creía en el proyecto era muy importante. Los jugadores sentían la camiseta y había mucha gente por detrás a la que queríamos hacer feliz después de muchas penurias y eso se transmite. Ahora, de nuevo, es el momento del Alavés. Sería la primera final de Copa en la historia, que no es fácil para un club así. Todos sabemos que no son momentos fáciles de repetir, así que es el momento de estar en la final”, señala el vitoriano.
Ante una auténtica final, considera el actual técnico del Reus que, además de los futbolístico, la gestión de las emociones es un factor fundamental: “Nos había costado mucho llegar hasta allí, el ascenso era muy necesario, el campo iba a estar lleno... En este tipo de partidos hay que tener madurez y no caer en la precipitación, estando preparado para cualquier adversidad. Tú puedes estar jugando muy bien, pero te puede llegar un gol y hay que saber reaccionar y estar preparado emocionalmente para mantener el autocontrol y no se genere ansiedad”.
Natxo González encaró aquel decisivo partido contra el Jaén con la ventaja de haber empatado a domicilio, renta que no manejará mañana el equipo. En cambio, lo que se repetirá será el apoyo de una afición volcada. “No meten goles, pero apoyan muchísimo. Mendizorroza se ha convertido en un estadio admirable. Si viéndolo por la televisión ya se te pone la carne de gallina, imagínate cuando estás ahí en el césped. La gente está encima y te ayuda. Han estado apoyando en los momentos difíciles, así que ahora en la corriente positiva sabes de sobra que la gente te va a apoyar y a sumar”, ponderó.
Por último, y centrado en el juego, Natxo González ve fundamental que el Alavés “mantenga el equilibrio y la fiabilidad defensiva” y también que sepa “aprovechar los momentos en los que achuche para marcar” ante un Celta al que considera “un equipo muy incómodo e intenso, que a domicilio ya ha demostrado que es capaz de ganar en un campo tan difícil como el Bernabéu”.
“El equipo tiene un ADN especial”
En ese mismo escalafón de relevancia que ocupa el técnico vitoriano hay que situar a José Bordalás, quien se ganó por méritos propios la consideración como uno de los nuestros que Mendizorroza regala a esos personajes que se identifican con los valores del club y calan hondo en la entidad. Tampoco lo tuvo fácil -su fuerte carácter no gustaba demasiado-, pero hizo saltar la banca con una plantilla en la que muy pocos confiaban y que acabó consiguiendo el ascenso a Primera División a base de trabajo, esfuerzo y mucho sacrificio. La mágica noche del 29 de mayo de 2016, la victoria en el estadio del Paseo de Cervantes ante el Numancia (2-0) supuso el regreso a la cumbre del fútbol estatal
“Son partidos que se viven con muchísima ilusión y pasión. Llegar hasta ahí es muy importante para el club, la afición, la ciudad y todo el mundo. Hay que intentar que la gente no tenga exceso de responsabilidad. Están ante algo muy bonito que, además, no es el objetivo del club. Y por eso la gente no tiene que salir atenazada. Una vez que empieza a rodar el balón, con esa afición se te van todos los malos pensamientos. Estoy convencido de que el equipo va a dar un nivel altísimo, como hasta ahora. Han llegado hasta ahí, tienen mucho mérito y todo lo que hagan va a ser un premio para todos. Y si consiguen pasar a la final, será un éxito importantísimo”, explica el preparador alicantino.
El actual preparador del Getafe considera fundamental que los jugadores no sientan el peso de la responsabilidad y, en ese sentido, tiene claro que Mendizorroza llevará en volandas al equipo: “Al jugador no hay que meterle presión, es el primero que quiere pasar a la final porque es una oportunidad preciosa que no sabes cuándo se te va a volver a presentar. Conozco el vestuario, a muchos jugadores y a la afición y sé que va a ser el ambiente de los grandes momentos. La gente ha estado en los momentos más difíciles, así que en estos momentos también va a dar ese empujón y todos lo saben. Los que deben estar preocupados son los jugadores del Celta”.
Bordalás se despidió de Vitoria afirmando que siempre sería un alavesista más. Una sentencia que vuelve a hacer patente ahora desde la lejanía. La semilla que plantó Natxo González y que él mismo explotó ha perdurado en el tiempo y El Glorioso se sigue sustentando en un sólido vestuario, un fuerte vínculo emocional con la grada y un carácter que le lleva a competir allá donde juegue cada día.
“Soy un aficionado más del Alavés y lo que deseo es que gane y pase a la final. Sería una alegría enorme y disfrutaré muchísimo si se consigue. Será un momento histórico y estoy convencido de que va a ocurrir. No tengo ninguna duda porque sé que este equipo tiene un ADN especial que está instalado en el club. Conozco a muchos de los jugadores y el equipo va a dar el doscientos por cien”, sentencia el alicantino.
Natxo González y José Bordalás. Los últimos conductores que guiaron al Alavés hacia la gloria. El mismo trayecto que ahora quiere recorrer Mauricio Pellegrino.